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El Athletic, más y mejor equipo

Joseba VIVANCO

Los derbis están al margen de los pronósticos, acertó a decir en su tiempo el anterior entrenador de la Real, Martín Lasarte. De los pronósticos, de las clasificaciones, de quién domine el partido, de quién marque el primero, de quién domine después, de quién parezca que lleva las de ganar, de quién parece que va a perder... No fue el de ayer un partido de rivalidad de ésos de barro, de furia, de choque, de piques, de entradas duras. Más bien fue un partido atípico, y no sólo por la infernal hora del mismo. Dos equipos que trataron de exponer sobre el tablero de Anoeta su juego de toque y control, teledirigidos por dos técnicos que tienen gusto por el buen trato de la pelota y por la victoria. Y en ese ver quién se está adaptando mejor a este nuevo estilo, el Athletic, simple y llanamente, fue mejor.

Fue más equipo que una Real de la que, tras un primer tiempo desaparecida, sus aficionados esperaban una reacción similar a la del día contra el Barcelona. Y así fue, hasta que le duró la gasolina. Porque si los de Bielsa demostraron sobre el césped ser un bloque más compacto, mejor posicionado y con más peligro, también sorprendieron por terminar el encuentro físicamente mejor que su rival, y eso que venían de un exigente partido europeo.

No salió la Real a presionar a su oponente, es más, le dejó el balón a un Athletic que se está especializando en liártela como le des espacios atrás. Y en diez minutos, los rojiblancos podrían haberse ido de manera definitiva del marcador si no hubiesen vuelto a pecar de falta de definición. La doble ocasión de De Marcos y Llorente hizo temer una vuelta a las andadas que se creía rota ante los franceses del PSG. Perdonaron los de Bielsa y los de Montanier trataron de reaccionar, pero sin confianza. Lo justo para que el Athetic se volviera a hacer amo y señor del partido, marcando su ritmo y anotando un merecido gol que hacía justicia a lo visto, que fue el Athletic, y a lo no visto, que fue la Real.

Pero un derbi es un derbi, incluso Bielsa, para restarle cualquier envoltura, diría que un partido tiene dos partes y pocas veces el devenir de la primera garantiza nada en la segunda. ¡Lo que los rojiblancos sufrieron en esos primeros quince minutos, golazo incluido, no está escrito! Y si Antonie Del Nido Griezmann -como ya le han rebautizado por Bilbo- hubiera mandado ese balón a la red de Iraizoz y no al palo... quizá ni siquiera eso les habría asegurado el triunfo.

Porque la Real, con el empate, frenó en seco, y fue su rival el que volvió el partido por los derroteros de los primeros cuarenta y cinco minutos. Fueron veintinco últimos minutos en los que la Real, cuando trataba de apretar, daba más sensación de peligro, que peligro real. Y el segundo gol de Fernando Llorente, que cogió por sorpresa a Anoeta más que el de Iñigo Martínez, fue como un mazazo. Como el enésimo fichaje de una de sus perlas de la cantera por los de Lezama. Porque los realistas ya ni tenían fuerzas ni físicas ni anímicas para darle la vuelta al marcador. Ni siquiera llegó a la categoría de un quiero y no puedo. Demasiado esfuerzo, demasiado calor. Hasta el público, sudoroso, se quedó frío. ¿Justicia? Si el francés llega a anotar el segundo... se lamentarán hoy en Donostia. ¿Y si los leones se hubieran ido con un nada descabellado 0-3 al descanso? Y es que en el fútbol, lo que hoy te quitan -algún penalti incluido para los realistas- mañana te lo dan.

El problema del Athletic es que, lo mismo que le sucedió en la primera mitad, no sabe cerrar los partidos, matarlos. Y seguro que eso es algo a lo que la cabeza de Marcelo Bielsa ya le estaba dando vueltas en cuanto se subió al autobús de regreso a Bilbo. La tuvo Toquero por dos veces, varias contras con Muniain llevando la pelota y que no concluyeron en gol, y esa indefinición permitió que la Real dispusiera de esa última petición a la que todo reo tiene derecho y casi poder empatar el marcador. Por suerte para los leones no fue así y el pitido final se celebró en el banquillo, entre los jugadores de campo y entre los cientos de fieles rojiblancos repartidos por las gradas, como el despertar de un mal sueño.

Porque su juego, el que propone Bielsa y su equipo, empieza ya a convencer en el Botxo, empieza, sobre todo, a hacer mella en la larga lista de escépticos y críticos con él. Pero, como diría el denostado Joaquín Caparrós, clasificación, amigo, clasificación. Porque en un derbi, y sobre todo en uno como el de ayer, donde unos necesitan ganar como el comer y los otros ganar para seguir comiendo, el juego está muy bien, pero el resultado es mejor. Como diría el gran Borges, «el fútbol en sí no le interesa a nadie. Nunca la gente dice `qué linda tarde pasé, qué lindo partido vi, claro que perdió mi equipo'. No lo dice porque lo único que interesa es el resultado final».

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