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Berna Gómez Edesa Trabajador del Hospital de Galdakao/Osakidetza

Farmacéuticas. El negocio de la enfermedad

En toda esta maraña de presión e incluso, en muchos casos, de corrupción se echa en falta la actuación de las instituciones públicas, tanto sanitarias como de investigación judicial en la dirección de prevenir y perseguir todas estas actividades denunciadas, así como la falta de atención e intervención política de los «representantes de la soberanía popular»

Según hemos sabido estos días atrás, la farmacéutica Roche, argumentando la deuda que se le debe, deja de suministrar medicinas a hospitales griegos y da un aviso al estado español.

Como si de una familia más de la camorra se tratara, una empresa de producción y suministro de un bien de primera necesidad como el medicamento, con todos los matices y criticas que se le pueda hacer a la medicina convencional basada en el mismo, se cree con el suficiente poder sobre los estados y las gentes como para cortar el suministro de medicinas. ¿Cómo es posible que hayamos llegado a esta situación, a que algo tan primordial como la salud pueda estar condicionada por una empresa privada que tiene poder para decidir cómo, cuando y a quién suministra sus productos? ¿Cómo es posible que una buena parte de la estructura sanitaria pública dependa de los avatares de las multinacionales farmacéuticas? En una palabra, ¿Cómo se puede dejar el derecho a la salud del que debe gozar todo ser humano, esa gran parte de lucha contra la enfermedad que en la actualidad suponen los medicamentos y otros fundamentales suministros de estas empresas, en manos de entes cuyo objetivo final es la obtención de beneficios y sobre los que la cosa pública, representantes de la ciudadanía incluidos, no tiene control?

La industria farmacéutica es hoy día, según el informe de desarrollo de la ONU, el tercer sector económico a nivel mundial tras la armamentística y el narcotráfico. Si bien no se puede meter en el mismo saco a todas las empresas del sector, estamos hablando de una industria muy cuestionada por sus presiones y malas artes de cara a mantener el nivel de beneficio, punta de un gran iceberg de corrupción que destapa la perversidad del actual orden de cosas que deja en sus manos buena parte de las posibilidades de sanar a millones de personas en el planeta.

Son muchas las informaciones que, como goteo permanente, han venido apareciendo en los medios en este último año, sobre procesos judiciales en los que se involucra a numerosas de estas empresas en graves ilegalidades y atentados a la salud pública; también en cuanto al tráfico de influencias y transfuguismo hacia ellas desde el medio sanitario público. Se recogen aquí dos aportaciones públicas hechas en los últimos meses por dos científicos de reconocido prestigio:

Richard J. Roberts, Nobel de Medicina en 1993: «Es habitual que las farmacéuticas estén interesadas en líneas de investigación no para curar sino sólo para convertir en crónicas dolencias con medicamentos cronificadores mucho más rentables que los que curan del todo y de una vez para siempre». «Se han dejado de investigar antibióticos porque son demasiado efectivos y curaban del todo».

Thomas Steitz, Nobel de Química en 2009: «Muchas de las grandes farmacéuticas han cerrado sus investigaciones sobre antibióticos porque curan a la gente y lo que estas empresas quieren es un fármaco que haya que tomar toda la vida». «Nos resulta difícil encontrar una farmacéutica que quiera trabajar con nosotros, porque para estas empresas vender antibióticos en países como Sudáfrica no genera apenas dinero y prefieren invertir en medicamentos para toda la vida».

Uno de los frentes de incursión más potentes de las farmacéuticas en el sector sanitario se sitúa en la prescripción de fármacos, es decir, en el colectivo médico. En abril de este 2011 han aparecido publicados dos libros sobre el papel que muchos médicos juegan a la hora de permitir e incluso participar de manera activa en prácticas de presión y soborno por parte de los laboratorios. Sus autores trabajan en dos mundos bastante distantes, pero coinciden a la hora de analizar esta cuestión. Uno, José Ramón Germá Lluch es médico oncólogo actual Jefe del Servicio de Oncología Médica en el Instituto Catalán de Oncología y profesor titular de Oncología Médica de la Universidad de Barcelona, entre otros. Es decir, un reputado profesional de la medicina convencional. En su libro novelado «Dioses de Bata Blanca» refleja «hechos reales sobre la ética, la ambición y las turbias maniobras de la industria farmacéutica». En un potente párrafo del libro, y a modo de resumen final de lo que en él denuncia, se puede leer: «Describía la relajación progresiva de las agencias reguladoras con respecto a la aprobación de medicamentos para ser comercializados mundialmente, denunciaba la manipulación de efectos adversos que algunas compañías esconden en el dossier de presentación para la posterior aprobación de su nuevo producto, en ocasiones de escasa actividad y toxicidad mal estudiada y, finalmente, revelaba la creación y posterior potenciación de líderes médicos de opinión, que encabezan la punta de lanza de la propaganda del nuevo medicamento y que asesoran a algunas compañías farmacéuticas en diseño de su campaña de presentación de resultados y su marketing posterior sin preocuparse de realizar, muchas veces, una revisión a fondo del desarrollo del fármaco en cuestión».

El otro es periodista, autor de varios libros relacionados con el tema presente. Miguel Jara concentra en su libro «Laboratorio de Médicos» una auténtica bomba de denuncia documentada, llena de datos y pruebas, basadas fundamentalmente en testimonios y documentos aportados por (ex) representantes comerciales de la propia industria, que pone sobre la mesa de la opinión pública algo que casi todo el mundo conoce y muchos asumen con normalidad: la compra de voluntades de muchos profesionales por parte de los «visitadores médicos» para la prescripción de medicamentos.

Para esta actividad, los laboratorios disponen de la información que a elevados precios les ofrecen empresas de marketing farmacéutico. En la web de una de éstas, Close-Up, se puede leer: «Concientes de la necesidad y requerimientos de la Industria Farmacéutica, hemos trabajado intensamente en los últimos tiempos para poner a disposición del Mercado el servicio único y de alto valor agregado: Prescriber's, por el cual los Representantes y Gerentes de Distrito podrán revisar los perfiles prescriptivos de sus Médicos Visitados y No Visitados, todas las informaciones de interés del médico prescriptor: Datos completos catastrales del Médico Padronizado y Normalizado, Perfil prescriptivo del médico, con las informaciones del Potencial y la Productividad de cada médico en los mercados de selección». ¿Saben esto los médicos?

Material de escritorio, entradas para eventos deportivos en palcos privilegiados, comidas y cenas, libros, inscripciones a congresos y jornadas, reuniones «científicas», equipos informáticos (hardware y software), cámaras de fotos, viajes, alojamientos en hoteles de lujo, cursos científicos y de farmacovigilancia, ensayos clínicos e, incluso como caso más grave si cabe, dinero contante y sonante son algunas de las dádivas del extendido trapicheo en torno al negocio de los fármacos.

Se calcula que en el Estado tan solo un 10% de los médicos se niega a recibir a los visitadores. No quiere decir esto que sea una mayoría la que cae en el juego del soborno o la seducción inducida por los laboratorios, ni que quienes lo hacen están al mismo nivel de corrupción y de falta de ética. Algunos ya han comenzado no solo a alzar la voz de la protesta ante esta realidad, sino a organizarse para luchar contra la corrupción y proponer alternativas acordes a los intereses generales de la población y del sistema sanitario público. También señalar la valentía y el nivel ético de esos trabajadores de estas empresas que, enfrentándose al riesgo de las represalias, se niegan a desarrollar el juego sucio de éstas e incluso, como se recoge en el trabajo de Miguel Jara, a denunciar a las mismas.

En toda esta maraña de presión e incluso, en muchos casos, de corrupción se echa en falta la actuación de las instituciones públicas, tanto sanitarias como de investigación judicial en la dirección de prevenir y perseguir todas estas actividades denunciadas, así como la falta de atención e intervención política de los «representantes de la soberanía popular».

Pues eso, empezaba estas notas a propósito de la información de que la multinacional farmacéutica suiza Roche corta el suministro de fármacos a Grecia, y las finalizo también con la información de que el actual gerente ejecutivo de la compañía, Severin Schwan, tenía en 2008 un salario de 4,5 millones de dólares americanos. De escándalo ¿verdad?

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