El gaztetxe de Lizarra nació hace quince años dentro del cuartel militar
Kukutza III ha caído. El golpe para la red de gaztetxes de Euskal Herria ha sido duro, pero no mortal. En Lizarra están de celebración, cumplen 15 años demostrando que otro modelo de sociedad es posible, pese a que el apoyo del Ayuntamiento, gobernado por UPN, es nulo. El día fuerte de este aniversario llega hoy, sábado, pero los actos conmemorativos durarán hasta el día 16.
Aritz INTXUSTA
Asier Crespo ve indispensable demostrar que los gaztetxes no son únicamente un espacio liberado, sino una «necesidad» para los pueblos. «Es la mejor forma que tenemos de demostrar que un modelo de sociedad diferente es viable», explica. Kukutza ha dejado claro que esta forma distinta de hacer las cosas está perseguido. «Un gaztetxe es algo incontrolable. Sus maneras asamblearias escapan de los poderes. Por eso intentan frenarnos», continúa Crespo.
Gaztetxes como el de Lizarra son hijos de otros tiempos. El germen hay que buscarlo en los años noventa, con la represión, el paro y la Guerra del Golfo. Eran los tiempos de la insumisión. La solidaridad con aquellos que se negaban a ponerse el traje de camuflaje y poner sus labios sobre la bandera española motivó las primeras ocupaciones en Lizarra, la capital de una de las cinco merindades de Nafarroa. Primero fueron los cines Paz y la antigua cárcel de Agua Salada. El objetivo pasó enseguida la creación de una casa de la juventud autogestionada en el palacio de Egia. Sin embargo, el Ayuntamiento prefirió convertirlo en biblioteca. La respuesta popular a la negativa fue arriesgada y tuvo algo de sorna: ocuparon el cuartel militar. Contrariamente a lo que podría parecer, el barracón fue uno de los lugares más estables que ha tenido el gaztetxe, ya que el alcalde, José Luis Castejón, dio su parabién. Los jóvenes se hicieron fuertes allá durante seis años, aunque tras los cuatro primeros la «sombra del desalojo» pendía sobre ellos. El cuartel fue un soplo de aire que permitió reactivar y crear innumerables actividades de corte social y cultural, como por ejemplo las txosnas y el Oi! Agarock. Dentro del cuartel se construyeron salas de ensayo, talleres, un escenario, una cocina y, por supuesto, una barra y una biblioteca.
El gaztetxe de Lizarra abrió el segundo milenio en el cuartel, pero ya estaba activo el proceso judicial para expulsar a los jóvenes. Al poco de arrancar 2002, comenzó la expulsión. No contentos con sacar a los jóvenes de su lugar de reunión, las excavadoras decidieron no dejar piedra sobre piedra. Blindando la maquinaria destructora se encontraba la Guardia Civil, que tuvo que desplegarse durante una semana entera. El Consistorio también decidió que merecía la pena mejorar sus protecciones y, durante todo el desalojo, colocó un cinturón de guardias civiles a su alrededor.
Del cuartel militar a la base de Pinupe
Así, por raro que parezca, el derribo del cuartel de Lizarra supuso un golpe al movimiento juvenil. Pero apenas supuso un paréntesis. Los jóvenes volvieron a reunirse en el frontón del pueblo (el mismo lugar donde se decidió ocupar el cuartel). Primero hubo un intento de reivindicar el barracón, pero después de que el Ayuntamiento se negara a dialogar, se lanzaron a ocupar el Pinupe Gaztetxea, un espacio que ha servido de base a la juventud lizartarra hasta hoy.
En setiembre de 2002 comenzaron los auzolan para adaptar el espacio a las necesidades del movimiento juvenil. Hay que reconocer que el espacio del barracón era mucho más amplio, pero con ganas e ilusión se ha conseguido que Pinupe perdure en el tiempo. Esta circunstancia permitió que quienes empezaron con la batalla por un gaztetxea dejasen el testigo a las nuevas generaciones. Al calor de este espacio, han nacido nuevos grupos que dinamizan las actividades culturales de Lizarraldea, como Última Alternativa, Begibistan, la batukada de Lizarra, Karakol Banaketa...
Todos estos colectivos trabajan desde hace unos días en difundir por todo lo alto una historia de lucha. El calendario de actos durará hasta el próximo día 16. Pero el día grande es hoy, cuando se dan cita en Lizarra Shok, Rage Haine, Zaplastako y Berhgarako Punk Taldea. Estos conciertos irán precedidos por una comilona popular y el consiguiente torneo de mus. Después de la sobremesa, habrá kalejira por el pueblo. Mañana no hay nada previsto, así que no hay excusa para no quedarse hasta tarde.
El grupo musical Oreka TX tenía acordada con el Ayuntamiento de Lizarra, gobernado por UPN, una actuación. Sin embargo, amparándose an la última oleada de recortes (las instituciones municipales recibirán un tercio menos de lo esperado en la última paga trimestral), el Consistorio lizartarra decidió anular el concierto. Los jóvenes del gaztetxe Pinupe se pusieron en contacto con Oreka para negociar y mantener la actuación. Finalmente, el grupo musical actuó ayer en el espacio autogestionado y, además, bajaron su caché como gesto hacia los jóvenes del pueblo. Asier Crespo, uno de los jóvenes del gaztetxe, apuntó que «este concierto es una muestra de que un modelo distinto es necesario para la cultura. Hemos demostrado que lo que es imposible con su forma de hacer las cosas, a la nuestra sí que se puede sacar adelante». A. I.