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Brancusi y Serra, un diálogo permanente de vinculaciones y contrastes

El museo Guggenheim de Bilbo propone un diálogo abierto y con grandes contrastes entre dos de los escultores más importantes del siglo XX: Constantin Brancusi y Richard Serra. Cerca de cincuenta obras que redirigieron el devenir de la escultura moderna interactúan, especialmente en esta exposición, con la arquitectura y los volúmenes irregulares de la pinacoteca diseñada por Frank Gehry. La muestra estará en Bilbo hasta el próximo 15 de abril.

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Ane ARRUTI | BILBO

Cuando Richard Serra, siendo estudiante en París entre 1964 y 1965, visitó el estudio del ya fallecido artista Constantin Brancusi (Rumanía, 1876-París, 1957), quedó fascinado y comenzó a dibujar. Serra (San Francisco, EEUU, 1939) pasó varios meses visitando a diario la reconstrucción del taller del maestro e intentando comprender todo aquello que le rodeaba. Le marcó tanto que supuso en el estadounidense lo que más tarde describiría como «un manual de posibilidades» y fue lo que le llevó definitivamente a centrar su carrera en la escultura.

Ahora el museo Guggenheim de Bilbo, en colaboración con la Fondation Beyeler de Basilea, refleja un diálogo entre los dos artistas, ofreciendo una amplia retrospectiva de cada uno de ellos con cerca de cincuenta obras en total. «No quiero realizar ninguna comparación. Es más bien un diálogo muy abierto y que presenta grandes contrastes», señaló ayer Oliver Wick, comisario de la muestra y conservador de la Fondation Beyeler.

Wick destacó, además, el cuidado con el que ha situado las obras en cada una de las salas de la segunda planta del museo, ya que «las esculturas interactúan con la maravillosa arquitectura de Frank Gehry», explicó. Wick indicó a su vez que la escultura «La materia del tiempo», obra referencial para todo aquel que visite la pinacoteca bilbaina, se convierte parte de la exposición «Brancusi-Serra».

La obra de Richard Serra permite, según señalaron los responsables de la muestra, «admirar desde una renovada perspectiva el singular estilo escultórico de Brancusi y apreciar sus obras y sus aportaciones pioneras, como la construcción de pedestales de varios componentes, la serialidad, el apilado o el corte como línea, desde otra perspectiva: la de una escultura mucho más profunda y trascendental que una mera forma bella».

Entre aves y musas

El comisario ha optado por organizar la exposición por temas más que por orden cronológico. «Queremos mostrar así que Brancusi trabajó en pocos temas a lo largo de su vida, tendrá unos quince», concretó. «Realiza además las mismas figuras en diferentes materiales como cobre, yeso, mármol o bronce».

De este modo, varias aves realizadas a principios de siglo toman una sala de gran altura. Están expuestas en elevados pilares, «como si fueran a salir volando, con el pico apuntando directamente al cielo. Son aves mitológicos de cuentos rumanos -señaló Wick-, una especie de ave Fénix».

La visita de sala a sala se interrumpe en el balcón que permite observar desde lo alto la obra de Serra «La materia del tiempo». En ese mismo lugar ha colocado Wick la conocida obra «El beso» (1907-1908) de Brancusi, «un monumento al amor eterno».

Musas y niños durmientes comparten la siguiente sala de menor altura. Ninguna tiene base y reflejan un reposo «que no es estático por la forma ovoide de las piezas. Diríamos que es un reposo dinámico, lo que ha influenciado en las formas curvosas de Serra», señaló el comisario. Parecidas figuras se repiten en distintos materiales, «porque Brancusi defendía que no existen jerarquías entre los componentes», añadió.

Una «princesa» controvertida

Una de las piezas más destacadas de la exposición es «Princesa X», que Brancusi realizó en mármol blanco en 1915. «Cuando entras a la sala observas el aspeto más femenino de la pieza, una mujer con el cuello alargado e inclinado, como si se mirara al espejo. Pero a medida que nos vamos acercando va tomando otro aspecto más agresivo, totalmente fálico», advirtió el comisario. Esta segunda visión fue, precisamente, la que provocó un enorme escándalo en 1920, hasta el punto de que tuvo que intervenir la policía, señaló Wick.

Junto a esta obra se exhibe el «Castillo de naipes» de Serra, una serie de piezas de plomo que alcanzan los 800 kilos, que se sujetan unos con otros, «un movimiento en suspensión». Coinciden así los dos artistas en estructurar sus piezas alrededor de un eje vertical.

El diálogo continúa a lo largo de varias salas más, una de ellas delimitada con una obra expresamente creada por Serra para Bilbo. Son planchones de acero de 6,8 toneladas, colocados en un ángulo de 45 grados, que simplemente han sido empujados hacia la esquina, sin ningún otro soporte. Esculturas de madera, proveniente de las demoliciones de casas en París, y modeladas por Brancusi, en diálogo con los «Cinturones» de Serra cierran la muestra.

AUDIOVISUALES

El museo organizará un ciclo de audiovisuales que analiza el papel de la escultura moderna con un enfoque multidisciplinar, y que tendrá lugar del 29 al 1 de diciembre. Por su parte, Serra visitará Bilbo el día 26 de octubre.

ENCUENTRO

Entre las actividades complementarias, el auditorio del museo acogerá del 10 al 12 de noviembre el Encuentro Internacional de Escultura Sculpture Network, que este año celebra su décimo aniversario, con la participación de artistas como Miroslaw Balka, Tony Cragg, Jaume Plensa y Susan Philips.

Vidarte habla de una situación «saludable»

El Museo Guggenheim Bilbao tiene una situación económica «saludable» y, aunque comparte la preocupación común por la situación de crisis, ve el futuro con «optimismo», según declaró ayer su director, Juan Ignacio Vidarte. Según el director, este verano ha sido el quinto mejor en número de visitantes desde que se abrió este centro de arte moderno y contemporáneo, en 1997.

Además, aseguró que en lo que va de año el museo ya ha superado las cifras conseguidas el año pasado, cuando visitaron el edificio construido por Frank Ghery más de 970.000 personas. El director del Guggenheim Bilbao recordó que la mayoría de los ingresos, el 75 por ciento, son propios del museo, mientras que las instituciones públicas, sujetas a recortes en toda Europa, aportan el 25 por ciento restante. Por tanto, concluyó que el museo tiene «un modelo viable» y se mostró optimista con vistas al futuro. GARA

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