CRíTICA Festival de Teatro Les Translatines de Baiona

La belleza que duele

Carlos GIL

Esa frontera que abre una cicatriz en la América del Norte, que cose y descose desiertos, esperanzas, políticas y vidas, puede convertirse también en una fuente de inspiración artística que logre una belleza conmovedora, dolorosa, concienciadora. Este trabajo mexicano que está recorriendo medio mundo y que está ahora en Euskal Herria, es una muestra de las nuevas dramaturgias emergentes, pegadas a la realidad más noticiosa, pero convertida en obra de arte. Utiliza resortes comunicativos, tecnologías bastardas que se incardinan, se complementan, se reproducen y nos propone un viaje a un mundo fantástico, extraordinario, en donde sentimos en nuestro cuerpo esa falta de agua, en el que el Sol del desierto nos quema nuestra buena conciencia, nuestra solidaridad.

Es un magnífico espectáculo teatral, por lo tanto es un mensaje humanitario, solidario, político en todas sus acciones, que nos descubre que el audiovisual tiene cabida en la escena siempre que se use con inteligencia y como un elemento más de la dramaturgia, en la que el cuerpo del actor es un mapa de sensaciones, la voz que penetra, que nos llega desde la profundidad de una garganta humana, pero convertida en un grito ancestral, en un temblor de la tierra, en una tormenta, en un orgasmo libertario.

Teatro físico, teatro audiovisual, de luz, de elementos, de escenografía, de textualidades, de emociones causadas por el movimiento, las imágenes o las proyecciones. Teatro actual, comprometido, de denuncia y de toma de postura, de excelente capacidad cautivadora, que llega a todos los públicos por su magnanimidad expresiva y el uso de lenguajes reconocible. Teatro fantástico, de creación, fruto de un proceso largo, de una selección de esfuerzos, de logros acoplados a la propuesta perfectamente ordenada en su puesta en escena. Uno de los mejores espectáculos que este cronista ha tenido la oportunidad de ver en los últimos meses. No se lo pierdan.