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Mikel Jauregi Periodista

Quemarse o apagarse lentamente

Lo dejó escrito para la posteridad el señor Kurt Cobain, en un papel que encontraron el 8 de abril de 1994 junto a su cadáver: «Se me ha acabado la pasión, y recordad que es mejor quemarse que apagarse lentamente». Era su forma de decir adiós después de haber decidido acabar con su vida pegándose un tiro en la cabeza.

Sí, resulta complicado utilizar el mensaje de despedida de un suicida, de una persona de un carácter absolutamente voluble e inestable -«el típico Piscis triste, sensible, insatisfecho», según sus propias palabras- para hablar de tal o cual cosa. Pero las recientes manifestaciones de Jesús Eguiguren sobre la renuncia de su partido y del lehendakari a liderar el proceso de paz y la consiguiente reprimenda de sus compañeros -ya saben, todo eso de «achicharrarse» y tal- me han hecho recordar esas palabras del icono del grunge, para muchos el último revolucionario del rock.

Porque, ¡qué carajo!, al líder de Nirvana no le faltaba razón. Porque lo de «quemarse», que puede traducirse e interpretarse de múltiples formas si lo sacamos de contexto, me parece la forma idónea de encarar todas las situaciones que se le plantean al ser humano a lo largo de su vida. Díganlo como quieran: tomar la iniciativa, remangarse, mojarse, implicarse, solidarizarse, luchar, pelear, trabajar, apoyar, liderar, empujar, currárselo... Quemarse por algo, para algo, por alguien, por uno mismo.

En Euskal Herria ha llegado la hora de que todos, sin excepción, nos quememos a lo bestia, que no a lo bonzo.

La ventana está entreabierta. Toca empujarla y abrirla de par en par. Que entre la luz y se llene la habitación de aire fresco. Que nos miremos a la cara y nos digamos cuatro cosas. Que nos pongamos a currar en pos de un futuro en paz, en libertad y en democracia.

La otra opción, la de «apagarse lentamente» -que parece ser la que algunos han decidido abrazar-, es igual de válida. Mantener una actitud más pasiva, estar a verlas venir y esperar a que sean otros los que ardan puede resultar incluso más «saludable». Pero ocurre que, en muchas ocasiones, esta forma de proceder es más suicida.

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