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TRAS LA DECLARACIÓN HISTÓRICA DE ETA

A seis mil kilómetros de la Historia

El apresurado regreso de Patxi López a Euskal Herria para presidir el Consejo de Gobierno en Gasteiz fue el último capítulo de una estancia, la del lehendakari en Estados Unidos que ha estado marcado por lo que ocurría al otro lado del Atlántico.

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Iker BIZKARGUENAGA

El lehendakari volvió pero el resto de la delegación se quedó en Nueva York para cumplir con los compromisos del Ejecutivo en ONU-Mujeres y la planta de Gamesa en Trenton. Las prisas del regreso de López fueron el colofón a un viaje que pocos entendieron. Lo cierto es que hace ya semanas, cuando se conocieron las fechas y el programa del viaje, muchas voces en privado y en público comenzaron a advertir de que Patxi López había elegido el peor momento para liderar una misión comercial a miles de kilómetros. Cuando se anunció la Conferencia Internacional para la Resolución del Conflicto, desde varios sectores se insistió en que López debía estar en Donostia, y no en Estados Unidos. Pero la respuesta, que incluyó un intento de limitar el alcance de la conferencia, fue que no había motivo para cancelar nada.

Sin embargo, desde el mismo instante en que aterrizó en Dallas, la delegación vasca estuvo más pendiente de lo que pasaba aquí que de lo que ocurría allí. Nada más llegar al hotel, el lehendakari, apremiado por los periodistas, hizo una valoración del anuncio de que una delegación del PSE iba a asistir a la cita, decisión tomada por el partido mientras él volaba. El mensaje, sin embargo, seguía siendo el mismo: «bienvenida sea si sirve para ayudarnos en el camino de la paz, y no lo será tanto si solo sirve de propaganda para la izquierda abertzale». Asimismo, insistía en que el lugar en el que debía estar era la ciudad tejana y no en casa, preparándose para lo que pudiera llegar. Su deseo era que después de esa declaración los medios se centraran en lo que era el objetivo del viaje, el aspecto económico y empresarial. Nada más lejos de la realidad.

La confirmación de la identidad de las personas que acudirían a la cita del palacio de Aiete, primero, y la declaración institucional desde la Zona Cero de Nueva York, después, hicieron que el objetivo de los periodistas desplazados volviera a estar fijado en Euskal Herria.

Fueron, sin embargo, las declaraciones de Jesús Eguiguren en «El Periódico de Catalunya» las que dejaron más tocado a López, puesto que echaron por tierra todo lo que había expuesto durante el viaje y sus argumentos para mantenerlo contra viento y marea. Fue un auténtico torpedo a la línea de flotación, que un enfadado lehendakari intentó solventar haciendo unas declaraciones desde el hall de la sede de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Reacción con traqueteo

Los acontecimientos se precipitaban en nuestro país. La posibilidad de que se difundiera un comunicado era más que un rumor, mientras el mandatario autonómico se dedicaba a dar charlas en universidades o a firmar acuerdos, como el de adhesión al consorcio W3C en Boston, o el de colaboración con la OEA y el BID en Washington. El mismo miércoles, en una conferencia en la Johns Hopkins SAIS, apenas unas horas antes del anuncio de ETA, López concluía su intervención hablando de Bildu y poniéndole «un cero» en su gestión, a preguntas de un asistente. En Euskal Herria mucha gente estaba ya al tanto de lo que iba a pasar poco después.

El jueves, día del comunicado, fue un auténtico despropósito para la delegación de Lakua. La difusión del anuncio de ETA, a las siete de la tarde en Euskal Herria, la una del mediodía en la Costa Este norteamericana, cogió al lehendakari en un tren, en algún lugar entre Washington y Nueva York, sin que además los periodistas que le habían acompañado todo el viaje estuvieran allí porque viajaban en otro tren, una hora por delante.

Conscientes de lo que llegaba, y sin poder esperar a arribar a la Gran Manzana para hacer una declaración en un lugar más apropiado, el lehendakari y su equipo improvisaron una declaración en video en el mismo tren. Esa fue la imagen, a ratos temblorosa por el traqueteo del tren, que miles de personas vieron en sus pantallas y que otros miles descargaron de youtube en las horas siguientes. Sea por error de cálculo o por falta de información, lo cierto es que López respondía al anuncio histórico sentado en un tren no se sabe bien dónde, a unos seis mil kilómetros de Euskal Herria. Desde luego, muy lejos de donde se estaba escribiendo la Historia.

Mientras tanto, en la neoyorquina Penn Station, los periodistas desplazados a Estados Unidos que esperaban la llegada de López para coger sus declaraciones, se enteraban de que el contenido, por escrito, de la valoración del lehendakari había sido distribuido en Euskal Herria, por el propio aparato del PSE. Al parecer, el tiempo apremiaba y había mucha presión por que se conociera la declaración oficial de Lakua. Pero los profesionales no ocultaron su malestar. Cuando el lehendakari llegó a Nueva York eran las 14.45 hora local, las 20.45 en Euskal Herria. Sabía que se había filtrado su declaración y eso no entraba en sus planes. Sin casi tiempo, porque el avión le esperaba, la volvió a leer con la sede de la Oficina Postal estadounidense como marco de fondo, y se marchó al aeropuerto. Después de todo, puede decirse que tuvo suerte, porque el comunicado llegó casi al final de un viaje que nunca olvidará.

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