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Los islamistas tunecinos tratan de tranquilizar tras su victoria

El partido islamista Al-Nahda es ya el actor dominante de la escena política tunecina, pero se está prodigando en los últimos días en sus mensajes llamando a la tranquilidad y a formar una amplia coalición de gobierno. Los analistas occidentales insisten, en la misma línea, en descartar grandes cambios en un país que hizo precisamente la revolución exigiéndolos.

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GARA | TÚNEZ

En espera de los resultados definitivos, que se esperaban para ayer mismo, los primeros datos oficiales suministrados a última hora del lunes por la Comisión Electoral Independiente situaban a Al-Nahda a la cabeza del escrutinio de los votos de la diáspora, donde habría logrado nueve de los 18 escaños (sobre un total de 217) en liza.

Mientras todos los avances auguran para los islamistas tunecinos entre un 30 y un 40% de los votos en las elecciones del domingo para la asamblea constituyente, Al-Nahda se prodiga en mensajes llamando a la tranquilidad. El movimiento, que se reclama seguidor del partido islamista en el poder en Turquía (AKP), insiste en que «respetaremos los derechos de las mujeres (...) y la igualdad entre todos los tunecinos independientemente de su religión, sexo o condición social», en palabras de Nourredine Bhiri, miembro de la dirección del partido islamista,

En la misma línea, otro responsable del partido, Abdelhamid Jlassi, mostró su compromiso para «tranquilizar a nuestros socios económicos y comerciales», añadiendo que esperan «volver muy rápidamente a la estabilidad y a las condiciones favorables a las inversiones» extranjeras.

Issaka Souare, especialista en África del Norte radicado en Pretoria, destaca que está claro que Al-Nahda «no podrá permitirse el lujo de deteriorar las relaciones de Túnez con los países occidentales». Menos cuando el turismo representa el 10% del PIB del país árabe.

Entre enero y setiembre de 2011, este sector ha aportado 780 millones de euros de divisas, un 39,4% menos que en el mismo período de 2010. El lunes, tras el anuncio de los primeros resultados provisionales, todos los valores de la bolsa tunecina cotizaban a la baja.

Los islamistas reaccionaron prometiendo que no tienen entre sus planes imponer la Sharia (ley islámica) y reiterando su oferta a todos los partidos «sin excepción» para formar «una alianza política estable».

Souare insiste en que Al-Nahda deberá ser «prudente para no alienarse a sus socios políticos, pero tampoco al electorado joven que le ha votado pero que sigue aferrado a un modo de vida» abierto a Occidente.

Sea cual sea su programa, «no hay posibilidad alguna de que Al-Nahda dicte su ley durante la redacción de la futura Constitución, incluso en el cuadro de una coalición», insiste el historiador tunecino Fayçal Chérif.

Los islamistas no podrán dar la impresión de que «intentan imponer sus puntos de vista» a una sociedad tunecina «que no está dispuesta a ceder en sus libertades», consolidadas tras la revolución de febrero.

Todo ello sin olvidar que la coalición que pueda formar en su caso Al-Nahda tendrá enfrente a un bloque que se presenta como laico y liberal que contará con el 25% de los votos.

El CPR y Ettakatol se dejan querer por Al-Nahda

En previsión de que los islamistas deban negociar para lograr una mayoría estable, el CPR (izquierda nacionalista) de Moncef Marzouki se ha apresurado a mostrar su disposición a formar parte de una coalición de gobierno. Marzouki se echó en brazos de Al-Nahda nada más volver del exilio y ha sido acusado por sus antiguos aliados de izquierda de estar dispuesto «a pactar con el diablo» para tocar poder.

Por su parte, Ettakatol justifica su disposición a negociar en la necesidad de que «haya una transición dulce. Necesitamos consenso en esta segunda fase de la revolución, en la correspondiente a la transición democrática», señaló uno de sus portavoces. GARA

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Cientos de jóvenes protestaron ante la sede de la Comisión Electoral denunciando fraude electoral a favor de los islamistas y de los centristas del PDP.

Triunfo del islam político al calor de las revueltas árabes

La victoria de Al-Nahda en Túnez se considera el preludio del empuje islamista en otros países afectados por la llamada Primavera Árabe. «El islam político es la estación de parada obligada por los cambios democráticos en el mundo árabe», recuerda Jattar Abu Diab, profesor de relaciones internacionales de la universidad Paris-Sur.

«No en vano se trata de la fuerza política más potente en la región, la mejor organizada y mejor financiada», añade, para insistir en que «cuando mandaban los regímenes opresores, la mezquita estaba en guerra contra el palacio. Su caída ha pivotado en los resultados en Túnez y ocurrirá lo mismo en otros países», el primero Egipto, donde el proceso electoral comenzará el próximo 28 de noviembre.

Reprimidos por regimenes que se presentaban como laicos, los movimientos islamistas, en torno siempre a los Hermanos Musulmanes o a grupos yihadistas, llevaban protagonizando durante años una revolución silenciosa a través de la predicación y las asociaciones de caridad religiosa.

Tras las revueltas populares, en las que participaron pero sin ponerse en primera línea, no hacen sino recoger los frutos de lo sembrados. El caso de Túnez es ilustrativo. Al-Nahda «ha sabido reactivar las redes ya existentes, mientras los otros partidos no han tenido tiempo ni de presentar un programa», afirma Agnès Levallois, especialista sobre el mundo árabe. «Los islamistas se presentan como personas íntegras y honestas porque nunca han gestionado el poder. El hecho de que hayan sido víctimas les confiere cierta legitimidad», añade.

Ahora, los expertos occidentales coinciden en que se trata de un fenómeno que no conviene frenar. GARA

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