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elecciones en un nuevo tiempo

Las cenizas de Muguruza siguen estando en Amaiur

La elección del 20-N no parece inocente. Para Madrid es el fin del franquismo, pero en Euskal Herria se liga a las muertes de Brouard y Muguruza, cuyas cenizas curiosamente fueron aventadas en Amaiur.

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Aritz INTXUSTA

La fecha del 20-N emergió por primera vez como fecha clave en la historia del Estado español al poco de comenzar el levantamiento militar del 36. José Antonio Primo de Rivera, preso por tenencia ilícita de armas en una cárcel de Cuenca, sería fusilado tras un juicio en el que se le condenó por conspirar contra la II República. 39 años después, la muerte del fundador de Falange sería eclipsada por la noticia de la muerte de Francisco Franco. Muchos historiadores creen que el autodenominado Generalísimo no murió ese día, sino que se hizo coincidir con la del anterior dictador, para conferir un aire mesiánico a ambas figuras. Sin embargo, en Euskal Herria el 20 de noviembre no tiene regusto a champán, o a cava, sino que significa más muerte y frustración política.

La fecha santa de la extrema derecha española fue escogida por el GAL y grupos ultras para frenar con balas el empuje democrático del independentismo vasco. Primero le tocó al médico Santi Brouard, en 1984. Cinco años después vendría el atentado en el hotel Alcalá de Madrid, cuando dispararon al grupo de diputados de HB que habían acudido a por el acta de diputados. Josu Muguruza perdió la vida casi al momento, mientras que Iñaki Esnaola resultaría gravemente herido.

En apenas dos semanas, regresa otro 20-N, vestido esta vez de cita electoral. Por primera vez desde que Jon Idígoras dejara el Congreso madrileño, una candidatura respaldada por la izquierda abertzale aspira a tener representantes en el edificio de los leones. La elección de la fecha, designada por un PSOE incapaz de mantener en el poder a José Luis Rodríguez Zapatero hasta agotar la legislatura, es estratégica. Se intuye que los ideólogos de la Moncloa habían previsto que el simbolismo que la envuelve podría marcar el curso de las votaciones en favor de Alfredo Pérez-Rubalcaba o, al menos, no ayudaría al regreso de los herederos de Alianza Nacional al poder. Sin embargo, el luto del 20-N en Euskal Herria está vinculado a fechas en las que era el PSOE quien gobernaba el Estado. A Brouard lo mataron los GAL y el atentado del hotel Alcalá también fue reivindicado por el grupo terrorista paragubernamental, aunque finalmente se atribuyera a nostálgicos del franquismo vinculados a Bases Autónomas.

El gal mata al mediador Santi Brouard

Santiago Brouard era un médico de Lekeitio. Nació en 1919 y se especializó en pediatría. Lo mataron en su consulta en 1984 dos sicarios del GAL, que llegaron hasta él simulando ser sus pacientes. Los pistoleros fueron Rafael López Ocaña y Luis Morcillo. López Ocaña testificó que recibió tres millones de pesetas por esa muerte. Se las pagó Morcillo, quien a su vez las habría recibido del comandante de la Guardia Civil Rafael Masa. Ocaña apuntó también que el dinero le llegó del director general de Seguridad del Estado, Julián Sancristóbal. El caótico proceso judicial determinó que la muerte de Brouard se decidió en las altas instancias del Estado, sea quien fuere su responsable último, pues la X del GAL sigue sin tener nombre. Sí que ha quedado patente y claro que la muerte del político vasco no fue una vendetta parapolicial, sino que se utilizó para interferir en el proceso negociador entre ETA y el Estado.

En agosto de 1984, José Barrionuevo había anunciado que «el Gobierno está dispuesto a negociar la paz directamente con ETA donde quiera y cuando quiera». Pero Brouard, entonces presidente de HASI, no creía en la sinceridad del ministro de Felpe González, y manifestó que su propuesta era «burda». Pese a ello, las conversaciones se dieron entre ambas partes. Y Brouard, mahaikide, jugaba un papel esencial. El médico reconoció, días antes de que recibir el impacto de ocho balas, que ejercía como intermediario para que Madrid hablara con ETA. Al final, se decidió matar al mensajero.

La sociedad vasca no quedó impasible ante la muerte del médico abertzale. La contestación fue masiva en la calle, con un funeral multitudinario y con una jornada de huelga general. Por otro lado, la muerte de Santi Brouard dio alas a quienes empleaban la guerra sucia contra el independentismo. Jon Idigoras sería tiroteado en su pueblo natal días después del funeral por sujetos que se dieron a la fuga, pero que vestían el uniforme de la Guardia Civil. En Iruñea, Manoli Hartza Sueskun recibió un disparo de un desconocido. Y el GAL siguió matando.

Tiroteo a electos en el hotel Alcalá

El recuerdo de la muerte de Brouard se solapó al de la muerte del dictador. Los años siguientes Euskal Herria celebraba actos de recuerdo cada 20-N, con particular emoción en Lekeitio y Bilbo. Pero pronto la muerte de Brouard quedaría ligada a los sucesos del hotel Alcalá. En 1989, los diputados que resultaron elegidos en los comicios estatales del 29 de octubre decidieron recoger su acta de diputados. En principio, esa debería de haber sido la «legislatura de la negociación» y su presencia en Madrid suponía un altavoz que no se quería desperdiciar. Su intención era sentarse en el escaño cuando fuera oportuno, sin entrar a la dinámica diaria de la Cámara. Los electos al Congreso eran Jon Idigoras, Itziar Aizpurua, Iñaki Esnaola y Tasio Erkizia, aunque a Erkizia le sustituyó el tercero en la lista por Bizkaia, Josu Muguruza, redactor jefe de «Egin''. Y al Senado habían sido elegidos Iñigo Iruin, José Luis Elkoro y José Luis Alvarez Enparantza Txillardegi.

Dos horas después de que en Bilbo finalizara el acto de homenaje a Santi Brouard, todos ellos y otras tres personas se sentaron a cenar en el restaurante Alcalá de Madrid. En ese momento, dos sicarios entraron y les dispararon a bocajarro, hiriendo a Esnaola gravemente y acabando con la vida de Muguruza. No dispararon al azar. Sus objetivos eran Muguruza, Esnaola e Idígoras, quien tuvo la fortuna de salir ileso. Eran aproximadamente las 22:30. Muguruza y Esnaola, al igual que Brouard, ostentaban un papel clave en las negociaciones.

Las sospechas de que, de nuevo, Herri Batasuna había vuelto a ser víctima de los GAL ya inactivos entonces se vería confirmada por una llamada telefónica reivindicando la autoría. A pesar de este y de otros indicios como el tipo de munición y la presencia de guardias civiles en el lugar de los hechos, la Policía española llevó la investigación por otros derroteros y culpó a la extrema derecha. Interior anunció, en un primer momento, que había capturado a los autores materiales. Los detenidos fueron José Luis Tejeiro y José Antonio Ortega. La acusación no tardaría en desinflarse, y Tejeiro y Ortega fueron liberados tras cuatro días de arresto. Inmediatamente se arrestó a otros dos: Ricardo Sáenz de Ynestrillas y Ángel Duce, agente de la Policía española. La investigación no persiguió posibles autores intelectuales del crimen o a quienes lo financiaron.

27 y 22 años después, otro ciclo

Han pasado 27 años desde que se enterrara a Brouard y 22 desde el atentado en el hotel Alcalá. La situación ahora es muy distinta, debido a la decisión de ETA de cesar de forma definitiva su actividad armada. Es precisamente ahora cuando más factible debe ser la apertura de un diálogo resolutivo entre el Estado y la organización armada, cumpliendo aquella aspiración frustrada.

El papel de los próximos diputados de Amaiur en el Congreso se antoja clave en los nuevos tiempos, al igual que el papel de los electos del 89 y de Brouard. Y una carambola histórica cierra el círculo de todo este ciclo, porque las cenizas de Josu Muguruza reposan precisamente... en Amaiur.

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