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«El mayor éxito no es el mayor aplauso, sino que la gente se quede callada»

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Judith Jáuregui

Pianista

Muy contenta, ilusionada y agradecida, la pianista de Donostia debutará con la Orquesta Sinfónica de Euskadi. El primer concierto tendrá lugar hoy en el Teatro Principal de Gasteiz, mañana tocará en el Baluarte de Iruñea y el miércoles en el Palacio Euskalduna de Bilbo (todos los días a las 20.00). El mejor reto de esta joven es seguir aprendiendo y enseñando al público, y que este camino no termine nunca.

Maider IANTZI | DONOSTIA

Visitamos la sede de la Orquesta Sinfónica de Euskadi en uno de los últimos ensayos de los conciertos que ofrecerán estos días con la música de Mozart. «La orquesta suena muy bien, tiene una cuerda buenísima y el director (Wolfram Christ) es bueno, tiene mucha energía, pero a la vez también mucha paz», expresaba Judith Jáuregui.

¿Qué supone para usted tocar con la OSE?

Me hace muchísima ilusión, estoy encantada de estar aquí, porque al final es la orquesta con la que he crecido, desde pequeña he escuchado esta orquesta. Volver a casa siempre es bonito y siempre sientes ese calor. Estoy muy contenta, ilusionada y agradecida.

Una característica que le define es la naturalidad.

(Ríe) ¡Yo soy como soy! Lo intento, creo que es lo más bonito, ser como eres sin adoptar ninguna pose. No hace falta.

¿Es la misma persona cuando está tocando el piano y fuera?

Todos. Todo lo que eres se ve en el escenario. Tu espíritu se ve ahí, no sólo la técnica. Hay algo mucho más importante que no conocemos, que no sabemos, pero que nos emociona. Desde luego, soy la misma. Frente al público estás desnudo.

¿Cómo es esa relación con el público?

Es muy bonita. El público siempre me ha enganchado, siempre he tenido esa necesidad de decir lo que quiero decir frente a un público. Hay una cosa muy bonita: el mayor éxito no es el mayor aplauso sino que la gente se quede callada, porque eso significa que realmente están conectados, están escuchando.

¿Siente esa conexión?

Sí, sí. Suele haber una especie de silencio extraño. No se puede explicar, pero sí que se siente.

Comenzó a tocar el piano muy joven, tan sólo con cinco años. ¿Por qué?

(Carcajadas. Después mira a su hermana mayor, Ainhoa, que le acompaña durante la entrevista y empiezan las discusiones entre hermanas: `¡No es verdad lo que tú quieres que cuente!'). Empecé con el violín, porque mi madre decía que me emocionaba el violín, pero tuve una profesora dura que decía que iba a cortarme los dedos. Entonces me revelé y dije que no. Es verdad que mis hermanas tocaban el piano, me dormía cuando Ainhoa estaba tocando. Pero realmente esa vocación me salió, yo misma dije `voy a tocar el piano'. Y tuve mucha suerte con los profesores: por ejemplo, Lauren Gómez me puso a tocar en el escenario desde muy pequeña, me acostumbró a lo que era esto y me enganchó.

Ha sacado un disco en solitario, «Robert Schumann. El arte de lo pequeño», que ganó el Premio de la Música Independiente. ¿Cómo es el disco?

Está dedicado a Schumann, porque lo siento muy cercano. Tiene dos vertientes muy diferentes: una es muy tierna, sensible, nostálgica, a veces juguetona, y la otra es muy temperamental, racial, racional. Con esas dos vertientes me siento muy cómoda. De pequeña lloraba y reía a la vez y mi madre me preguntaba: `¿Te gusta reír?. Sí', le contestaba. `¿Te gusta llorar?. Sí'. Entonces, esos carácteres unidos y que pueden explotar en cualquier momento los entiendo muy bien.

Decía en una entrevista que le entendía en su locura.

Schumann estaba trastornado, sí. ¡Yo no lo estoy, e! (dice riéndose). Ser pianista no es ninguna locura, ni somos raros. Somos gente normal. Y transmitir ese mensaje me importa mucho. La música clásica a veces ha tenido una lejanía, también por parte de los artistas, pero por parte de todos los promotores. Y eso es lo que quiero desmitificar: soy una chica de 26 años, normal y feliz de poder hacer lo que hace.

Esta música tiene una imagen seria...

Elitista. Pero la música es arte y el arte está hecho para todo el mundo. El idioma es la emoción. Es así como entiendo el arte, no como algo técnico, sino como una emoción. No tienes por qué entenderlo, te tiene que transmitir algo.

¿Está preparando algún otro disco?

Sí. Aún no está cerrado y lo único que puedo decir es que va a mostrar mi parte más íntima.

¿Y qué otros proyectos tiene?

Después de la Orquesta de Euskadi voy a estar en Valladolid en el ciclo de grandes solistas, también en unas jornadas en Oviedo... El año que viene hay un montón de cosas en Madrid, Barcelona, Granada, Bilbo... Lo que voy a hacer es tocar, con la orquesta y sola.

Ha ganado muchos premios.

Eso es porque he ido a concursos desde pequeña. Iba a intentar ganar, pero lo importante era la motivación. Después llegó un momento en que supe que tenía que parar los concursos. Me retiré habiendo ganado uno muy bueno, el Premio Internacional de Valladolid, y después cogí otro camino. Me parece que el camino de los concursos no garantiza nada, porque hay muchos intereses en ellos y hay demasiados concursos.

Cuéntenos alguna anécdota...

¡Con doce años pare una orquesta! Era mi cumpleaños, el profesor me regaló que tocase en el concierto del conservatorio... Pero en el segundo movimiento se me olvidó una nota, el director me dio la nota y terminé el segundo y el tercer movimiento llorando... ¡y el público llorando conmigo!

 
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«Todo lo que eres se ve en el escenario; no sólo la técnica. Hay algo más importante que no conocemos, pero que nos emociona»

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«Ser pianista no es ninguna locura, ni somos raros. Somos gente normal y transmitir ese mensaje me importa mucho»

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