Mikel INSAUSTI

No es agradable tener que hablar de uno de esos fiascos que pasan a la historia negativa del cine, y menos aún tratándose de una película realizada por un autor con el renombre de Jim Sheridan. El irlandés demandó a la productora Morgan Creek para no aparecer en los títulos de crédito, pero su firma sigue ahí sin poder librarse de la parte de responsabilidad que en teoría le corresponde. No reconoce la realización como suya, por la sencilla razón de que el montaje final fue hecho contra su voluntad. Está en su perfecto derecho, aunque desde fuera resulta difícil entender las razones por las que se embarcó en semejante proyecto, cuando el inconsistente y tramposo guión de David Loucka no ofrecía ninguna garantía de éxito. Es posible que tuviera la intención de darle un tratamiento similar al que Martin Scorsese aplicó en “Shutter Island” a la novela homónima de Dennis Lehane, ya que el punto de vista utilizado para justificar una serie de acontecimientos a cada cual más inexplicable es el de un protagonista perturbado mentalmente y con dificultades para distinguir entre la realidad y sus terroríficas pesadillas.

Otro de los puntos conflictivos de “Detrás de las paredes” ha sido el de la revelación anticipada del giro de guión que, hacia la mitad del metraje, cambia por completo el desarrollo de la narración. No hay para tanto, porque Shyamalan hace tiempo que puso de moda en sus thrillers de suspense fantástico un secreto bien guardado, una especie de as en la manga que el cineasta de origen indio se reservaba para sorprender al público. El espectador ya está más que avisado de tales golpes de efecto, a los que Amenábar también fue proclive, por lo que no le pillan tan desprevenido como antes. En “Detrás de las paredes” todo resulta previsible dentro de la falta de lógica argumental, y así parece vivirlo el estelar Daniel Craig en su imperturbable interpretación, como si nada de lo increíble que pueda ocurrir en la casa maldita vaya a conseguir dejarle fuera de juego.