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Tras la histórica declaración de ETA

Del enfoque táctico al error estratégico

José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente de Gobierno español en cuyo mandato ETA deja la lucha armada, se marcha sin poder reivindicar ese logro. Su tacticismo en el proceso 2005-2007 lo ha desarmado, mientras la izquierda abertzale camina hacia otro éxito electoral.

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Iñaki IRIONDO

En el proceso negociador abierto entre el Gobierno español y ETA y entre el PSOE y Batasuna en 2005 y que no se cerró hasta mayo de 2007, sorprendía la práctica del Ejecutivo y del partido de José Luis Rodríguez Zapatero de no hacer la más mínima pedagogía de que la paz se negocia con el enemigo. También chocaba que, en lugar de buscar acuerdos de Estado con el PP, abriera una disputa sobre si José María Aznar había sido más condescendiente con el Movimiento de Liberación Nacional Vasco y había acercado más presos.

Aquello no tenía sentido si de verdad se estaba en clave de búsqueda de soluciones. Pero luego se supo que la táctica de Rubalcaba-Zapatero era otra. No se habían sentado con ETA para encontrar salidas, sino como una fórmula de desgaste a la espera de que los incumplimientos gubernamentales de lo acordado hicieran que la organización armada rompiera la baraja. Desgraciadamente, los hechos no tardaron en darles la razón con un atentado contra la T-4 de Barajas que además provocó dos muertes.

En noviembre de 2006, el entonces presidente del EBB, Josu Jon Imaz, difundía la teoría de que si rompía el alto el fuego, ETA acabaría «disolviéndose como un azucarillo». Probablemente también esto explique la actuación del PNV en las conversaciones de Loiola. Es difícil saber si fueron las teorías de Imaz las que influyeron en Zapatero, si el jeltzale se había imbuido del espíritu que reinaba en La Moncloa o si, sencillamente, coincidían en su pensamiento.

ETA rompió el alto el fuego y sufrió un enorme desgaste por ello, hasta el punto de que allí puede encontrarse el origen del cambio estratégico de la izquierda abertzale. Sin embargo, como el planteamiento del Gobierno español fue meramente táctico en la pasada legislatura, y en la que arrancó en 2008 no sólo no preparó estratégicamente el terreno para la llegada de la paz, sino que incluso trató de retrasarla con las detenciones de Arnaldo Otegi y Rafa Díez en octubre de 2009, lo que ahora podría ser un gran éxito ni siquiera puede rentabilizarlo.

Devorado por la crisis -frente a la que también actuó con más tacticismo cortoplacista que con visión estratégica-, José Luis Rodríguez Zapatero, el presidente del Gobierno español en cuyo mandato ETA ha puesto fin a cincuenta años de actividad armada, se va a tener que marchar sin que sus conciudadanos le reconozcan ni siquiera ese logro. El sueño de todos cuantos han pasado por La Moncloa se le ha hecho realidad y sólo puede saborearlo en la intimidad, con los suyos.

Por contra, la izquierda abertzale, la llamada a «disolverse» en tan adversas circunstancias, ha aglutinado fuerzas, obtuvo en mayo su mayor éxito electoral y va camino de sumar y seguir. Alfredo Pérez Rubalcaba, el «Maquiavelo» el «Rasputín» que Zapatero puso al frente del proceso negociador, se bate ahora como gato panza arriba para evitar que el PP pase por encima de su cadáver político, mientras Arnaldo Otegi, todavía encarcelado, va camino de convertirse en un mito político, según declara quejoso Jesús Eguiguren y se lamenta en privado Patxi López.

José Luis Rodríguez Zapatero pasó ayer por Ajuria Enea y en un momento histórico como éste no dijo nada porque no tenía ya nada que decir. Se tuvo que conformar con unas «siemprevivas» que le regaló luego Patxi López en un hotel, cuando, si hubiera hecho las cosas bien, se podía haber llevado la corona de laurel.

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