Se han reunido en Madrid profesionales de la televisión dentro del II Encuentro de Guionistas, con el fin de analizar la situación actual y debatir sobre el futuro, especialmente de los programas de ficción televisiva. Y según las crónicas, sorprende que sean la serie «Los Serrano», una de las medidas para comparar el pasado, el presente y el futuro.

De lo que conocemos, además de haber sido inaugurado por la guionista en busca de recolocación, la nefasta ministra de Cultura, Ángeles González-Sinde, se trasluce un concepto que forma parte de la defensa general en el mundo de la creación mercantilizada en tiempo de crisis: apostar sobre seguro, huir de la experimentación, incidir en los formatos de éxito, en los modelos de series de ficción en los que actualmente están funcionando. Y es ahí donde apareció la comparación cuando alguien dijo: «se necesitarán más Viriatos y menos Serranos».

Esta frase coloca la prueba ante lo circunstancial, lo del momento. Las series con referencias históricas están cosechando unas buenas audiencias. Es la moda del momento, y por ello sufriremos una inflación de estos productos en los próximos meses y temporadas. Pero sucede que, aunque se están haciendo en unas condiciones de producción muy rigurosas, estas series son caras porque necesitan amplios repartos, decorados varios, vestuarios, maquillaje, etcétera.

Y es justo en este punto donde otra voz incidiendo en que la crisis va a reclamar producciones más baratas, y que procuren audiencias amplias y populares, donde tercia a favor de la necesidad de encontrar a más personajes del tirón de Diego Serrano, el personaje interpretado por Antonio Resines en la serie de referencia, que acaba, como se recordará, de sufrir uno de sus pocos fracasos televisivos en la versión de «Cheers».

Está claro que se van a necesitar guionistas, son necesarios contenidos para todos los soportes, internet incluido, que la fragmentación de audiencias es una de las constantes, y que la crisis no va a propiciar grandes novedades, aunque siempre, lo bien escrito, bien interpretado, bien dirigido y con una producción adecuada, tendrá su lugar y su correspondiente aceptación.