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ELECCIONES EN UN NUEVO TIEMPO

El valor de la gente de la calle y la historia vasca

Hay que seguir ocupando la calle. A los vascos no debe asustarles ese deber ya que están de manifestación desde hace unos quinientos años, año más, año menos. Lo que ocurre es que antes no había fotógrafos.

Antonio ÁLVAREZ-SOLÍS Periodista

Estimado Anjel: Como sabes, estoy en Euskadi. Y he hablado una vez más con esos ciudadanos que en Madrid citan, con un cierto aire despectivo, como «la gente de la calle». La cuestión lingüística estriba en que aquí la «gente de la calle» es la ciudadanía. Es decir, la soberanía nacional, pura y dura. Y bien ¿qué me han dicho esos ciudadanos tan arriscados? Pues que la calle es suya ¿Te acuerdas, Anjel, de Manuel Fraga, cuando aseguraba antes de darle al gatillo que la calle era suya? Pues ahora es de esos vascos. O sea, que Franco murió y su «alegría» se fue, como dice el tango arrabalero que se lamenta de la pérdida de un caballo.

Sí, la gente vasca ya ve la luz al final del túnel. Quizá esos vascos a los que estoy unido por la raíz de la libertad sean unos optimistas políticamente hormonales, pero en política siempre triunfan los que manejan con esperanza y decisión su testosterona. Mas no se debe perder de vista que lo más probable es que ahora llegue al poder madrileño la turba de los «populares», los españoles de los que habla el prudente y experimentado proverbio que reza así: «Vinieron los sarracenos/ y nos molieron a palos/ que Dios protege a los malos/cuando son más que los buenos/». Hay que calcular.

Lo que quiero decir, Anjel, es que no se debe bajar la guardia en ningún momento, cosa que aclaro porque soy un poco gallego y prefiero asegurar la jugada antes de irnos de romería. Se debe mantener la posesión de la calle, porque los pueblos se forjan en la calle, no en los recovecos, siempre viciados, de las zahúrdas estatales. Hay que seguir ocupando la calle. A los vascos no debe asustarles ese deber ya que están de manifestación desde hace unos quinientos años, año más, año menos. Lo que ocurre es que antes no había fotógrafos. La libertad es la mercancía más cara, aunque se hable de esto con poca frecuencia. Y no hay que darse a engaño cuando desde el Estado de Su Majestad emplean el slogan comercial de «si no le gusta nuestra libertad le devolveremos el dinero». No hay que picar y acabar adquiriendo esa libertad que traen en burro de mielero desde el altiplano. La libertad ha de ser vasca y hecha en forja del país. Quiero decir, que mucho estatuto nuevo y nuevas hipotecas baratas y montones de bisutería, pero aquí lo que se necesita es la propia soberanía, el «ser» humanamente como pueblo y el «tener» políticamente como nación.

Querido Anjel, esto va bien, pero habrá que añadir metros a la pieza que se está tejiendo en un telar antiguo y hermoso. Hay que echar más hilo a la tela vasca. Y eso no va a ser nada fácil. Ahí van a estar Rajoy y los suyos. Ah, los suyos... O sea, que hay que seguir en la calle. Si acaso podemos entretener la tarea tomando unos pinchos de vez en cuando. Porque por dos cosas trabaja el hombre -dijo el Arcipreste-, por haber mantenimiento y ayuntamiento con «fembra placentera». Ya ves, en Donostia ya tenemos Ayuntamiento. Lo otro también vendrá.

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