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Fede de los Ríos

Algunos intentan pescar en aguas revueltas

Para pescar, queridos jeltzales, nada mejor que las aguas vueltas a su cauce y un cebo y sedal apropiados. Los peces, con más memoria merced al fósforo, cada día están más espabilados

Cuando empezó a llover parecía que nunca iba a escampar. En pueblos y barrios de Nafarroa y Gipuzkoa se desbordaron los ríos ocasionando el caos. Dos días después, el presidente de los seguidores de Dios y las Leyes viejas, Iñigo Urkullu, tras un mohín ejecutado con sus carnosos labios, con ese tono permanente de niño enfurruñado, denuncia que toda la culpa, todita, es de Bildu. Así lo aseguran también sus correligionarios Arantxa Tapia y un Joseba Egibar últimamente algo amichelinado.

Al principio creí entender que el agua vertida en forma de lluvia sobre las cabezas de los guipuzcoanos y navarras era el comienzo de una serie de plagas mandadas por el Jaungoikoa de marras por haber desafiado sus designios votando a Bildu y no a los partidos como Dios manda. Temí que siguiera una plaga de batracios invadiendo el parque de atracciones de Igeldo o el Sagrado Corazón de Urgull precipitara sobre el puerto.

Después comprendí que era algo aún peor. Las inundaciones no provenían de los designios del Señor sino de la voluntad del Diablo. Una voluntad desencadenada por el culto que los de Bildu rinden al Señor de las tinieblas. Así como aquél ministro de Información que sucedió a Fraga, Alfredo Sánchez Bella, gustaba contar, de manera confidencial, a los periodistas, que Iósif Vissariónovich, Stalin, se reunía con el diablo en una profunda sima del Caúcaso, donde recibía las directrices a seguir; aquí ocurre algo parecido. El que vehicula los deseos del maligno no es ya el padrecito de todas las rusias sino el diputado general de Gipuzkoa, el que no entró a misa en Arantzazu dejando con un palmo de narices al pobre Munilla. Y el centro de reunión se ubica en Zugarramurdi. Cuentan las lenguas de doble filo que son numerosas las escapadas del de Bergara a tierras navarras para invocar al Maligno. Y allí, en los días de luna llena, en cueros vivos, dicen ver a Garitano, en el prado lindante a la gran cueva realizando ayuntamientos con un akerbeltz. Unas veces, el ovino es el perseguidor; otras, pertrechado con unas katiuskas, lo es el diputado, en un toma y daca democrático. Todo lo que allí se gesta y confabula es semilla de Mal. ¿Qué será lo próximo? ¿Ninguna trainera guipuzcoana entre las tres primeras en la bandera de la Concha? ¿Perderá el txakoli su carbónico asemejándose a ese blanco bizkaino? ¿Por qué, si no, la Real está como está?

Dicen gentes mezquinas que el recrudecimiento de los ataques de los fededunes a Bildu es por miedo a la pérdida de votantes. Así los muchachos del PNV focalizan sus críticas contra la izquierda abertzale, al tiempo que, en la trastienda, preparan sus pactos con el PP. Rezando que Rajoy necesite de ellos andan ya cambiándose la muda. O quizás sus desmedidas declaraciones simplemente se deban a una partida de vino en mal estado escanciado en algún batzoki.

Para pescar, queridos jeltzales, nada mejor que las aguas vueltas a su cauce y un cebo y sedal apropiados. Los peces, con más memoria merced al fósforo, cada día están más espabilados.

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