Raimundo Fitero
Tecnócratas
Pasado el 11-11-11 sin noticias de la señora Fortuna, dudando de si la señorita Suerte, es buena o mala, abrasado por una luna llena cenital que descubre en los pliegues de mis dedos, añoranzas, los pasos hacia atrás de nuestra vida social, política y de derechos son varios. La UNESCO está técnicamente desactivada por una censura económica de Obama al haber admitido la organización cultural a Palestina como miembro, y en Grecia e Italia, van a presidir sus gobiernos dos tecnócratas, para más señas, don banqueros, es decir que el señor Mercado ha conseguido lo que quería: basta de hipocresías, se ponen a mis empleados al frente de nuestras franquicias mediterráneas. Y a callar o mando a mi prima.
Probablemente nadie identifique la labor que hace la UNESCO, es más que posible que muchos de quienes lean estas líneas deban acudir a Wikipedia para enterarse exactamente de qué estamos escribiendo, para qué sirve, con qué motivos se fundó y a qué se dedica en esos tempos de globalización. Es bien cierto que se ha ido vaciando de contenidos, a la vez que se iba debilitando sus presupuestos, pero sigue siendo un lugar de referencia para la visualización de actividades y programas realizados por culturas y países minorizados, desvalorizados por su nula incidencia económica en el mundo globalizado. Si desaparece, los siete mil millones de habitantes de la Tierra tendremos más motivos para sentirnos huérfanos y desamparados, sin nadie que se dedique a asuntos culturales, tradicionales, humanistas.
Se puede argumentar que en la UNESCO hay un gobierno de tecnócratas culturales, pero son infinitamente menos nocivos que los tecnócratas económicos, estos seres que van apareciendo para suplir a los políticos-basura, pero que son lobos disfrazados de corderos. Su influencia ha sido la que nos ha llevado a este lugar de no retorno en esta crisis sistémica que sufrimos. Yo diría que no son la solución, sino la imagen del problema. Sin política, sin políticas, sin políticos, gana la Economía en crudo y sin alma ni matices, el Capitalismo salvaje, el señor Mercado con sus ejecutivos de corbata de seda presentados como angelicales tecnócratas.