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CARLOS CHILLÓN VARA | autor de «los años robados»

«Si la detención de mi hijo hubiera sido un error judicial, yo no estaría tan indignado»

Diez años y medio son los años que les fueron robados por la detención y el encarcelamiento de Igor Chillón, no sólo a él sino también a su familia. Condenado a seis años de prisión en el macroproceso contra las organizaciones juveniles Jarrai, Segi y Haika, en «Los años robados» su padre, Carlos Chillón, destripa en forma de crónica y a ritmo trepidante una década de su vida... y también la nuestra.

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Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

«Los años robados» (Arabera) arranca con una llamada de teléfono en la que se anuncia a los dos protagonistas que su hijo ha sido detenido. A partir de ahí, se inicia una carrera contra el tiempo y la Justicia -o, mejor dicho, la injusticia, como irá descubriendo el lector-, en la que acompañamos al padre en su desesperado viaje por despachos de abogados, cárceles de la geografía española y encuentros con policías y políticos de todo signo. El encarcelamiento, basado en una endeble acusación -cinco llamadas telefónicas que se cruzan entre los responsables de la organización juvenil para hablar sobre rifas y txosnas-, se acentúa con la enfermedad del hijo del protagonista. Es un descenso a los infiernos, un recorrido a modo de crónica apasionada por nuestra convulsa historia reciente, con las ilegalizaciones de organizaciones independentistas y acusaciones indiscriminadas en lo que Carlos Chillón no duda en calificar «una estrategia urdida desde las más altas instancias del Estado español».

Crónica novelada, aunque basada en su propia experiencia personal, «Los años robados» tiene un protagonista, Andrés, vehemente, íntegro, terco y bastante deslenguado... en el que el autor reconoce que se reconoce. Escrita por «desahogo personal», según admite también es un grito de denuncia. La novela, que arranca con el atentado de las Torres Gemelas, finaliza en la actualidad con la puesta en libertad del hijo, algo que, sin embargo, todavía no se ha producido, ya que saldrá de prisión el próximo día 23. Entonces Carlos sonreirá, aunque con una «mueca interior», porque su hijo «se lo llevaron siendo un chaval y ahora es un hombre que tiene alguna cana ya». La novela, prácticamente una autoedición, será presentada el día 17 a las 19.00 h. en Elkar de Gasteiz y estará en la Feria de Durango. Se puede adquirir en Elkar y en la librería Albeniz de Gasteiz. «No puedo hacer nada -apostilla-, pero puedo conservar el odio».

En la novela seguimos la progresión del protagonista y su familia.

Esta es una historia que les ocurre a unas personas, a los protagonistas, que evidentemente se refiere a nosotros, a mi hijo y a mí. En el caso del padre, Andrés, sabe que estas cosas pasan, está más o menos concienciado, pero digamos que sólo lo está en general. Tampoco se ha mojado nunca, no ha hecho nada por remediar esto, sólo a nivel de barra de bar. Pero un día le toca a él, y como todo, cuando te toca más de cerca te afecta más y entonces empiezas a decir que no hay derecho y que esto hay que arreglarlo, y empiezas a indignarte más y hablar con la gente. Uno de los objetivos de este libro era hacer llegar esta denuncia sobre todo a gente que no sabe que estas cosas estén pasando. Unos no saben o quizás prefieren mirar para otro lado; algunos quizás lo han hecho descaradamente o yo lo he hecho de reojo, pero al final tampoco me he mojado.

Tal vez le parece que no pueden pasar este tipo de cosas.

No, no, personalmente nunca he tenido duda alguna. No he tenido de cerca ningún episodio de torturas, porque en el relato de este caso concreto se menciona que no las hubo, pero no tengo ni la más mínima duda de que existen.

Todo surge a raíz de la detención de su hijo como miembro de una organización juvenil. La historia arranca ahí.

La historia dura diez años. Aunque no se hace mención a fechas concretas, se deduce fácilmente por el contexto de los hechos que se relatan en paralelo; es decir, cuando empieza el libro se hace referencia al atentado de las Torres Gemelas, con lo cual se le puede situar en marzo de 2001, y acaba el día 23 de este año, en noviembre de 2011. Estamos hablando de diez años y medio largos. Lo que ocurre es que en los diez años y medio mi hijo no ha estado en prisión, sólo ha estado... bueno sólo, qué barbaridad... Ha estado encarcelado seis años, pero en dos etapas y, entre medio, durante cuatro años ha padecido una enfermedad, el juicio, la espera... Al final, yo diría que lo que nos han robado son diez años largos.

No ha maquillado mucho la realidad. El relato histórico es totalmente real.

Es la crónica de lo que vive una familia durante la detención y el encarcelamiento. Fundamentalmente se cuenta desde nuestra perspectiva, la del padre, aunque, como digo en el epílogo, necesitaba la colaboración directa de mi hijo, porque hay cosas que no te puedes inventar y una de ellas es la vida en la prisión. Mi hijo tenía ciertas reticencias en ser protagonista de algo en lo que no intervenía. Por eso a partir del capítulo décimo se cuenta únicamente la historia desde la perspectiva del padre. Es una novela atípica, es un libro raro como me decía el editor de Txalaparta... A ver, es una mezcla rara porque une crónica, testimonio y novela. Con el hilo conductor de lo que ocurre -desde la detención, encarcelamiento, libertad bajo fianza y vuelta a encarcelar-, aprovecho para dar mi versión y mi opinión de todos los acontecimientos que han ocurrido durante estos diez años: la ley Parot, la ley de partidos, los hechos del Tres de Marzo, el cierre de «Egunkaria»... En ese sentido, sí es un poco atípico.

Me he apuntado alguna frase: «Era absurdo, pero congruente con las últimas hazañas de este juez egocéntrico, que actuaba al dictado del poder político, y se pasaba por el forro de los cojones los más elementales principios del derecho».

El juez, evidentemente, es Garzón, pero no creo que haya nada que no sea cierto en esto.

La acusación judicial hacia su hijo, concretamente, no se sostiene.

He transcrito casi literalmente la pieza del sumario en la que se reflejan unas llamadas en las que hablan de temas absolutamente irrelevantes a nivel penal.

Son cinco llamadas de teléfono en las que únicamente habla de rifas.

De rifas, de txosnas, todo ese tipo de cosas. Intervinieron los teléfonos de las sedes de los tres territorios y los teléfonos particulares y se limitaron a constatar las llamadas. Como digo en un pasaje del libro, lo que se demuestra de forma fehaciente es que hablan por teléfono.

Da la impresión (incluye en el libro una cita de un policía que le dice que «a tu hijo le hubieran acusado aunque hubiera hablado de fútbol») de que se ha urdido una acusación con un trasfondo político evidente.

No tengo ninguna duda de que esto es una estrategia urdida desde las más altas instancias del Estado español, que es lo que pongo ahí, y estoy absolutamente seguro. Es una estrategia para combatir al independentismo y, bueno, ha seguido exactamente el guión que han preparado. Ahí le hubieran pillado a cualquiera que se les cruzara en su camino. Ojalá se tratara de un error judicial. Si fuera un error judicial, yo no estaría tan indignado. Bueno, son cosas que pueden pasar, pero no: es una estrategia urdida.


 

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