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Drácula: el retorno del príncipe de las tinieblas

Cuando todos lo daban por olvidado y en pleno reinado de vampiros adolescentes, Drácula abandona su principado de tinieblas para continuar subvirtiendo nuestras noches de vigilia y tormenta. «The Last Voyage of Demeter», de David Slade, y «Drácula 3-D», de Dario Argento, son, por el momento, las últimas producciones cinematográficas que han centrado su interés en la figura del inmortal conde transilvano.
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El hombre del que os hablo es un demonio triste. En esta noche oscura de tormenta cerremos bien todas esas puertas que gimen en la casa. Ese cálido fuego no dejéis que se apague. Yo veo vuestros rostros de terror abrumados bajo el oscuro viento que azota mis ventanas. Los relámpagos lívidos hacen de vuestros rezos oraciones difuntas que mi alma estremecen. No recéis, mis amigos. Tened mi confianza. El Castillo es seguro, resiste tempestades desde los viejos tiempos. Ved, sólo derruidos algunos torreones. En los lúgubres sótanos habitan alimañas sin acceso a este punto y los monstruos más fétidos están encadenados. Encended vuestras pipas, bebed de mis licores y dejadme que os cuente al amor de esta lumbre la historia de aquel hombre que es un demonio triste. Habita en un castillo semejante a esta casa en alturas carpáticas al hombre inaccesibles. Su soledad es una maldición infinita. Condenado a la vida recuerda el tiempo antiguo con nítida memoria que es su mayor tormento».

Al amparo del «El evangelio de Drácula» escrito por Alfonso Sastre y protegidos de la lluvia y los relámpagos que desgarran esta noche eterna, unimos nuestras plegarias paganas para hablar de quien no ha de ser nombrado. Siempre alerta, acechante desde las tinieblas, el No-Muerto deja entrever su inquietante sonrisa acolmillada cada vez que alguien duda de su existencia o cuando pretenden relegarlo al mundo de los olvidados. Paciente, desde su destierro siempre temporal, el príncipe de las tinieblas aguarda su momento para irrumpir en nuestra adormilada imaginación y agitar nuestras noches en vela. En esta noche lúgubre, azotada por una tempestad que ni los marinos más ancianos de la localidad costera británica de Whitby recuerdan haber contemplado jamás, la proa de una goleta rusa se asoma de entre la bruma.

Atónitos, los marinos se concentran en el muelle para contemplar el espectáculo de un barco que ha retado los designios divinos y la cordura avanzando a todo trapo hacia tierra firme. Fugazmente iluminada por los rayos, la silueta de esta goleta que por momentos es engullida por el oleaje, muestra a los sorprendidos espectadores los restos de su velamen rasgado. Enmarcada en la noche, su sombra se asemeja a la de un ave demoníaca que ha desplegado sus alas y enfilado su pico hacia donde habitan los mortales. Cuentan los testigos que, cuando la Demeter -que así se llamaba esta infausta goleta- arribó a puerto, no encontraron rastro de vida alguno; ni en cubierta ni en sus entrañas. Sólo toparon con el cadáver del capitán maniatado a la cabilla de la rueda del timón. Entre su mano derecha y la madera había un crucifijo, estando los rosarios con los cuales se encontraba sujeto tanto alrededor de sus puños como de la rueda, y todo fuertemente atado por las cuerdas que lo amarraban. Cuando aquellos testigos toparon el cuaderno de bitácora del difunto capitán, sólo encontraron unas breves y confusas anotaciones que en nada aclararon el misterio escenificado a bordo. Sólo una reseña del «Dailygraph» -fechado el 9 de agosto y que fue encontrado en el diario privado de Mina Murray- se hizo eco de este episodio.

«La secuela al extraño arribo del barco abandonado en la tormenta de anoche es casi más asombrosa que el hecho mismo. Resulta que la goleta es rusa, de Varna, y que es llamada Demeter. Está llena casi enteramente de lastre de arena de plata, con sólo una pequeña cantidad de carga: muchas cajas grandes de madera llenas de tierra. Esta carga estaba consignada a un procurador de Whitby, el señor S. F. Billington, de La Creciente, Nº 7, quien esta mañana fue a bordo y tomó posesión formal de los bienes consignados a nombre de él». Nadie reparó en que una de aquellas cajas portaba al último pasajero, un conde transilvano llamado Drácula. El escritor irlandés Bram Stoker fue el encargado de legar para la posteridad un personaje inmortal cuyo fin último siempre ha sido el de sembrar el terror entre los siempre desprevenidos humanos.

A modo de novela epistolar -creada a partir de cartas, diarios y reflexiones-, «Drácula» es un clásico inscrito a diversos géneros como el terror, gótico o de temática vampírica. Publicada en el año 1897, en sus páginas topamos además con un modelo moral y social que nos revela la trastienda de la sexualidad convencional, el rol de la mujer en la encorsetada época victoriana, e incide en uno de los miedos que, sobre todo hoy en día, causan mayor pavor en la sociedad moderna: el miedo a lo externo, a lo que llega desde el otro lado de nuestras fronteras.

Nacido en la localidad irlandesa de Clontarf el 20 de abril de 1912 y en el seno de una familia que tuvo en la cultura uno de sus principales baluartes, Stoker anidó en su imaginación un universo particular habitado por fantasmas y todo tipo de historias misteriosas. A causa de su salud enfermiza y obligado a permanecer en el hogar donde cursó sus primeros estudios, fue su madre -la feminista Charlotte Mathilda Blake Thomley- la encargada de guiarle a través de estos universos fantasmagóricos cada vez que le relataba los cuentos que servían para animarle en sus habituales recaídas.

Fruto de ello fueron una serie de relatos cortos relacionados con el suspense y lo fantástico y, sobre todo, su obra referencial, «Drácula». A pesar de que muchas veces se le ha considerado como el padre literario de la temática vampírica, Stoker no fue el creador de esta corriente. Dejando a un lado las leyendas que siempre han inspirado estas criaturas, se considera a John William Polidori como el pionero del vampirismo romántico y gracias a su relato «El vampiro», que surgió de aquellas reuniones celebradas en las tormentosas noches que, del 16 al 19 de junio de 1816, se celebraron en Villa Diodati y que Polidori compartió junto a Lord Byron, Percy Shelley, su compañera Mary Shelley -quien también imaginó su «Frankenstein o el moderno Prometeo» en aquellas jornadas-, su hermanastra Claire Clairmont, la condesa Potocka y el autor de «El monje», Matthew Lewis. Para crear a su inmortal personaje, Stoker indagó en la historia real del príncipe válaco Vlad Draculea (Vlad el hijo del diablo o dragón); también conocido por Vlad Tepes (el empalador) debido a los expeditivos métodos de castigo que este príncipe utilizó durante sus campañas militares contra los turcos y contó, además, con la ayuda inestimable de un erudito orientalista de origen húngaro llamado Arminius Vámbéry (Armin o Hermann Bamberger) el cual le guió a través de los episodios medievales protagonizados por el citado Vlad Tepes.

El escritor también bebió de fuentes literarias como la de Emily Gerard y su «Informe de los principados de Valaquia» y, para dotar de físico a Drácula, tomó como modelo al compositor Franz Liszt.

Resultaría una labor imposible reseñar en este breve espacio todas y cada una de las películas que se han inspirado en este célebre personaje. Su poderosa presencia y su atractivo han adquirido formas muy diversas en la gran pantalla y desde tiempo antes de que el cine aprendiera a hablar. Por eso, es más interesante reseñar que el cine continúa perseverando en su empeño por indagar en las posibilidades que todavía hoy tiene el monstruo legado por Stoker.

Una de estas apuestas lleva por título «The Last Voyage of Demeter» («El último viaje del Demeter»), un filme de terror que se aleja por completo de la corriente romántica para centrarse en los miedos que siempre generó el conde transilvano. El argumento gira en torno a la pesadillesca jornada náutica vivida a bordo de la goleta rusa que tuvo como pasajero a Drácula. Dirigida por David Slade, un autor que con anterioridad ya había indagado en la temática vampírica con películas como «30 días de oscuridad» o «Eclipse» -la tercera entrega de la saga «Crepúsculo»-, ha tomado como polo referencial la obra de Ridley Scott «Alien, el 8º pasajero» para desarrollar una trama en la que predomina el sobresalto enmarcado en una obligada escenografía claustrofóbica. Law ha sido elegido para dar vida a Drácula y entre los pasajeros y tripulantes de la Demeter encontraremos los rostros conocidos del veterano Ben Kingsley y Noomi Rapace, la actriz sueca que tras su caracterización de Lisbeth Salander en «Millenium», está encadenando gran cantidad de proyectos en Hollywood.

La segunda propuesta, «Drácula 3-D», lleva la firma de uno de los grandes maestros del Giallo -subgénero cinematográfico italiano dedicado al cine de terror y policíaco-, el cineasta y productor romano Dario Argento. Rodada en formato tridimensional, esta producción ahonda en la estética cruda y sanguinolenta de quien ha de beber sangre humana para prolongar su reinado de terror. En esta oportunidad será el actor Thomas Kretschmann el encargado de lucir los afilados colmillos del conde transilvano y el reparto incluye a la hija del cineasta, Asia Argento, y Rutger Hauer será quien preste su físico al cazador eterno del vampiro, el profesor Van Helsin. En los títulos de crédito también figura Unax Ugalde, el cual prestará su físico a Jonathan Harker, el joven que viajó al castillo de Drácula y en cuyo equipaje portó el retrato de la amada -Mina Murray- que desencadenó la pesadilla que se cernió sobre Londres.

«Mostrad el crucifijo si se agranda una sombra -advierte Alfonso Sastre en su «Evangelio de Drácula»- o si el balcón se abre por impulsos del viento. Entre todos, ¡oh sombras!, amparad al anciano que sueña que está vivo e ignora cuanto existe. Mas decidme ahora mismo: ¿Cómo es la luz del día? Es extraño no verla desde hace tantos siglos... ¿Es amarilla y cálida? Yo recuerdo algo blanco...».

Koldo LANDALUZE

«Demeter»: crónica ilustrada de un viaje trágico

La novela de Bram Stoker siempre ha inspirado multitud de obras y en muy diverso formato. En alusión al episodio descrito en la goleta que trasladó hasta las costas británicas al conde Drácula, merece ser destacada la magnífica obra de la ilustradora valenciana Ana Juan, cuyo trabajo ha sido publicado en revistas como «Madriz», «El Víbora», «Metal Hurlant» o «New Yorker». Titulada «Demeter» y editada por primera vez en el año 2009, en esta obra topamos con un fascinante cuaderno de bitácora animado por un excelente surtido de imágenes en blanco y negro que nos descubren las extrañas situaciones vividas a bordo del barco fantasma. Publicada por Edicions de Povent, esta original propuesta recupera la esencia del romanticismo clásico y tiñe de blanco y negro un viaje marcado por la tragedia. Los miedos que siempre afloran en cuanto los marinos sacan a relucir sus supersticiones, el halo fantasmal que envuelve cada una de las ilustraciones, su trazo elegante y sofisticado, han hecho de «Demeter» una obra imprescindible dentro del imaginario que sigue inspirando la narración de Bram Stoker. K. L.

Una ilustración de la obra «Demeter». Ana JUAN

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