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Fallece Antxon Ezeiza, el ideólogo del cine vasco

El cineasta vasco Antxon Ezeiza falleció ayer por la tarde en Donostia a los 76 años de edad a consecuencia de una enfermedad que, durante su última etapa, le postró en una silla de ruedas. Hombre comprometido, intentó impulsar el debate y la creación del cine vasco.

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Amaia EREÑAGA | DONOSTIA

«Pertenece a esa categoría de personas que convierten las circunstancias más dramáticas de su vida en chiste», escribía Joxean Agirre sobre la charla que mantuvo en el Zinemaldia de 2001 con Antxon Ezeiza. El cineasta, nacido en Donostia el 14 de setiembre de 1935, fallecía ayer por el agravamiento de su enfermedad después de que el último mes entrase en proceso terminal. Sus amigos, sin embargo, le recuerdan entero, con la ilusión por vivir intacta y acercándose a la encartelada a favor de los presos vascos de la Parte Vieja sentado en su silla de ruedas. Mañana tendrá lugar el acto de despedida en el cementerio de Polloe a las 10.15 h.

Apasionado del cine desde su adolescencia, al terminar el bachillerato fundó junto a varios amigos, entre ellos Elías Querejeta, un cine-forum en Donostia. Licenciado en Derecho, estudió en la Escuela Oficial de Cine de Madrid, aunque fue un cineasta sin título -fue detenido por la Policía cuando rodaba un trabajo de prácticas y expulsado del centro-, unido a Zinemaldia desde siempre, donde fue miembro del comité de dirección y del comité de selección. De densa cinematografía, apuntaba con sorna en la entrevista con GARA que «hasta `Ke arteko egunak' no había hecho cine vasco, más bien habíamos contribuido a crear el nuevo cine español. Tenía ya tres películas, `El próximo otoño' (1963), `De cuerpo presente' (1965) y `Último encuentro' (1966), producidas por Querejeta. Son estas las que se citan como las que iniciaron el nuevo cine español». Según cita la Filmoteca Vasca -que, por cierto, le dedicó un libro titulado «Antxon Eceiza-Cine, existencialismo y dialéctica», de Jesús Angulo- esta etapa concluyó al exiliarse en 1973 a Centroamérica por motivos políticos. Allí rodó «Mina, viento de libertad» (1976) y «El complot mongol» (1977). De México y Cuba, de su contacto con los movimientos de liberación latinoamericanos de los setenta, Ezeiza volvió «con las ideas más claras».

Tras la amnistía de 1977 regresó y quiso poner las bases de la nueva cinematografía vasca con los «Ikuskas», reportajes en formato cine que buscaban servir de plataforma para hacer cine en euskara y que él coordinó, pese a sentirse «un escritor analfabeto, un vasco no euskadun y un cineasta sordomudo» .

En 1989, estrenó en Zinemaldia su primer largometraje de su nueva etapa «Ke arteko egunak/Días de humo», que despertó serios recelos entre la crítica, gran parte de la cual no perdonó la ideología de la película. «No tiene una ideología específica -negaba Antxon Ezeiza en una entrevista concedida en la época-, aunque sí trata de reflejar qué siente la gente que está del otro lado, detrás de las barricadas. Es mi aportación a la pacificación de Euskadi. Lo que sí reconozco es que la tesis de la película es la persistencia de un malestar, contencioso o guerra (como se quiera decir), que es la base del problema vasco. Que esta guerra empezó hace muchos años y todavía persiste».

«Felicidades, tovarich» (1995), fue su último título, una road movie con Paco Rabal que termina en el Valle de los Caídos. En el 2003, en la 51 edición del Festival de Zinemaldia, Ezeiza recibió el premio Ama Lur por su trayectoria profesional.

Defensor del cine en euskara

«Creo que las instituciones comenzaron a levantar la casa por el tejado -respondía en hace diez años-. ¿Dónde se ha visto levantar una cinematografía a partir de una asociación de productores? Debían haber comenzado por crear un Instituto de Cine Vasco. Después de 30 años, yo sé que algunas cosas han mejorado, pero tengo la impresión de que, en lo esencial estamos como en los años 50, porque nuestros mejores cineastas están trabajando en Madrid. Las instituciones trajeron las subvenciones. Echaron mano de una definición muy amplia del cine vasco, porque en caso contrario no podrían chupar todos los bote. Creo que esa postura administrativamente es justa, pero ha traído la marginación del cine hecho en euskara». A.E.

DEBATE

Antxon Ezeiza siguió insistiendo en sus ideas a lo largo de los 80 por medio sobre todo de escritos, como en sus «Reflexiones para un debate sobre el cine vasco». Autor de títulos como «Ke arteko egunak/Días de humo», su último trabajo fue «Felicidades, tovarich»

IKUSKAS

«Cuando vuelvo de México, todo el mundo participaba en un afán de renovación en todos los órdenes de la cultura. Todos querían abrir nuevos caminos y yo quise hacer eso mismo en el cine. Quisimos poner las bases de la nueva cinematografía vasca»

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