La resolución que adoptó ayer la Junta de Gobernadores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA), en la que expresa su «profunda preocupación» por las posibles implicaciones militares del programa nuclear de Irán, no supondrá una denuncia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, por tanto, se trata de la ya anunciada «declaración simbólica» que no conlleva repercusiones legales para el país persa. Sin embargo, a buen seguro esa declaración será un asidero para los países, encabezados por Israel y Estados Unidos, que buscan una intervención en Irán, los cuales probablemente intentarán utilizarla para incrementar sus amenazas e intensificar el ambiente hostil hacia Teherán. Un ambiente que recuerda peligrosamente al creado contra el Gobierno de Irak antes de la invasión de aquel país en 2003. Creciente presión, acusaciones que el país afectado rechaza y amenazas de quienes lo tienen en punto de mira son los elementos a los que se suma la resolución que ayer emitió la AIEA. La invasión de Irak se asentó en una flagrante mentira, pero esa posibilidad no parece preocupar a quienes su objetivo está muy por encima de actuar responsablemente.