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ensayo

Un héroe rojo-marrón

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Iñaki URDANIBIA

No es la primera vez que asomo a estas páginas a los incómodos personajes del escritor francés. Estos se balancean entre lo normal y lo patológico, seres perturbados por su pasado, mentirosos que viven de una profesión ficticia de cara a su familia, cuando, de hecho, andan por ahí pasando el tiempo y urdiendo maldades. Carrère se declaraba cansado de que su nombre se asociase siempre a este tipo de tendencia oscura, por lo que recurrió a escribir sobre sí mismo y sus antepasados rusos, o a describir la conmoción que le supuso la muerte de una niña a causa de un tsunami que se encabalgó con la muerte de una amiga a causa del cáncer. Tras ese supuesto descanso, el autor de «De vidas ajenas» entra en una vida que resulta realmente ajena a la del común de los mortales. Podría sospecharse que su interés por temas relacionados con la desaparecida Unión Soviética pueden ser por contagio de su madre, Hélène Carrère d'Encausse, sovietóloga destacada. Obviamente, los registros de madre e hijo son bien distantes: la madre estudia el derrumbe del imperio soviético, mientras que su hijo recurre a la ficción para hablarnos de un antepasado ruso. En esta ocasión, entrega una novela-documento rigurosa a la verdad del poliédrico personaje retratado.

A Limonov le conoció el escritor en París cuando venía de su exilio neoyorkino. Carrère flipó ante la personalidad y la propia imagen de este escritor nacido en 1943 y que adoró en su niñez a Stalin para luego convertirse en un fogoso disidente; en medio quedaban sus actos delictivos. Un dandy que daba más la imagen de una pop-star que la de un luchador revolucionario. Un ser que, huido de su patria, marchó a Manhattan, en donde fue mayordomo de un millonario, ejerció de paseante y buscó por los parques del extrarradio, para ir a París y dar a conocer sus libros, crudos y de un amoralismo cruel. Tras cobrar su dosis de alabanzas, volvió al este europeo, en donde participó con las tropas serbias en el asedio a Sarajevo. Más tarde fue detenido por posesión de armas e intentar dar un golpe de Estado en Kazakhastán. Fue opositor furioso de Putin, encabezando un partido nacional-bolchevique que más tiene de lo primero con zeta (nazi) que de lo segundo. Como telón de fondo de la docu-novela, los últimos 75 años de historia.

Con una viveza narrativa sobresaliente, nos hace penetrar en los entresijos de la vida de este personaje, en el de sus cambiantes amoríos y en otros turbios asuntos. Carrère se muestra spinoziano en su quehacer, pues no aplaude ni llora, solo trata de comprender a este personaje-bisagra en el que se juntan los demonios con los santos, el mal con el bien... Carrère no juzga, mira y escribe y nos hace mirar a Limonov a veces tranquilos, otras al borde del ataque de nervios... cerca de la náusea.

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