Dentro de esta no campaña que hoy se convierte en reflexión, se han ido acumulando desalientos. Desde la ocultación de Amaiur como ejercicio de talante antidemocrático y de expresión del miedo escénico, hasta la inane lluvia de no compromisos de los partidos políticos en liza. Nunca unas elecciones habían despertado tan poca atención ni se había provocado una desmovilización tan premeditada desde los directores generales, administrativos o bedeles del auténtico poder.

De tal manera se demuestra esta desatención que hasta Tele 5 se permitió el detalle de no emitir en directo, con señal universalizada, del simulacro de cara a cara, de los dos que tienen más cara, porque pueden acceder a ser el correveidile de Merkel en la carpetovetónica. Por cierto, ¿no puede ser un castigo a Tele 5 el ataque de algunos anunciantes sobre ciertos programas con tufillo no descaradamente de extrema derecha?

El señor Campo Vidal pasará a la historia de infamia periodística por haber consentido tal mentira, por propiciar, para su beneficio propio, un encuentro sin ningún interés político, ni televisivo, una especie de tertulia de baja intensidad, una exhibición de insustancialidades genéticas con camisa azul y lazo inglés. El que tuviera unas audiencias que sumadas se pueden considerar como suficientes, solamente nos coloca ante el temor del voto de mañana. Se votará a nada. A no ser que se vote lo que ha estado ocultado, perseguido, hostigado y que es la mejor opción de futuro para Euskal Herria.

Pero si algo ha sido televisivamente patético es la escena del sofá entre Rubalcaba y Chacón. Los famosos mimitos. Fueron contendientes, dos ambiciones enfrentadas, que ahora, se dan mimitos para prepararse para el desastre, para la lucha por hacerse con el control del partido en desguace. Los mimitos que van a necesitar los militantes de base, si es que tienen, los votantes sentimentales. Aunque a partir de pasado mañana, los mimitos los vamos a necesitar todos. Porque si la prima de riesgo ha entrado en campaña para asegurar el voto, una vez liberada de compromisos, vendrá la ejecución de sus objetivos, y ahí, nos arrastrarán a todos hacia la miseria económica.