«Lo peor de estos resultados es el hecho de que un partido como Amaiur, que todos sabemos de dónde procede, tenga ese reconocimiento social. Pero esto es culpa del Tribunal Constitucional, que está politizado y es otra de las lacras de este país». Santiago, madrileño de 27 años, mostraba su malestar por el éxito del independentismo vasco mientras fumaba un solemne puro durante la celebración del PP en la calle Génova. Todavía no tenía clara cuál era la representación obtenida por la coalción abertzale («¿son cinco o seis diputados?», interrogaba), pero ya tenía claro que éste sería su principal dolor de cabeza en medio de la euforia. Como Santiago, cientos de personas concentradas junto a la sede central de los populares compartían esta opinión. Ante una mayoría aplastante, la irrupción abertzale se convirtió en el único «pero» de una multitud eufórica que enarbolaba banderas del partido, españolas y alguna que otra enseña franquista, quizás para recordar la fecha del 20N o como advertencia de que el PP ha vuelto. «La legalización de Bildu (sic) es un desastre. Si tendemos a la unidad de España y esa gente está en el parlamento, no sé a dónde vamos a llegar», aseguraba una mujer que prefería guardar el anonimato.

«Nadie tiene que sentir inquietud alguna; no habrá más enemigos que el paro y la crisis», aseguró Mariano Rajoy en su primera intervención tras confirmarse la victoria en las urnas. Pasaban las 22.30 y el líder del PP se dirigió a la prensa en el interior de la sede. Su discurso mantuvo el mismo tono de baja intensidad que ha mantenido durante toda la campaña. Unas palabras basadas en el «esfuerzo» como receta mágica para superar la crisis económica que azota al Estado español sin mencionar las medidas de recorte que se prevén ni realizar ningún tipo de referencia al conflicto vasco.

«Socialista el que no bote«

Tras cumplir con la prensa, Rajoy salió al balcón de Génova acompañado por su mujer, Elvira Fernández, y la plana mayor del partido. Con la eufórica foto de familia en el exterior de la sede, el líder conservador español rompió con la imagen de hace cuatro años, cuando salía a dar la cara nuevamente derrotado. La aparición ante militantes y simpatizantes destapó la euforia entre estos últimos, que le recibieron al grito de «socialista el que no bote». Y, aunque parezca mentira, Rajoy botó junto a toda su cúpula, celebrando la «importante» mayoría obtenida e insistiendo en ese discurso plano de «trabajo» sin concretar medidas. El PP había instalado una pantalla gigante para que sus seguidores no perdiesen detalle de la intervención, por lo que el grueso del grupo se alargaba desde la sede central del partido hasta la Audiencia Nacional, ubicada a unos metros. La mayoría, preadolescentes con enormes banderas españolas.

«Esto nos va a traer optimismo. Eso es lo que verdaderamente va a cambiar. España va a volver a disfrutar de dignidad», aseguraba Mercedes, jubilada madrileña que describía como «una pesadilla» los últimos siete años de gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero. Lo característico de este acto de exaltación está en que, al igual que en los mítines, resulta difícil distinguir si se trataba de la celebración de una victoria electoral o de un partido de «la Roja». Las mismas consignas y prácticamente el mismo atuendo. También desconfianza hacia la prensa. A última hora se conoció que un cámara de La Sexta fue agredido en la misma calle Génova.