No hubo margen para las sorpresas. Tal y como auguraron todas las encuestas de campaña y avanzaron los sondeos a pie de urna, el PP logró con 186 escaños la más contundente mayoría absoluta de la derecha española en los últimos 30 años de historia electoral española.

Y lo hace con no más -ni menos- que un 44% de votos pero a costa de un PSOE que no alcanza ni el 30% de los sufragios y 110 ecaños, lo que supone una hecatombe electoral absoluta. Sus propios dirigentes habían reconocido que 120 escaños era el listón mínimo por debajo del cual se podía -se puede ya- hablar de crisis existencial.

La formación socialdemócrata, cuyo peor resultado de los últimos tiempos fue el cosechado por Joaquín Almunia en el año 2000 (125 diputados), sufre el castigo de la abstención (2 puntos por encima respecto a 2008) y se ve directamente afectada por el repunte importante de formaciones minoritarias como IU y UPyD y la irrupción de nuevos partidos en una cámara baja más fragmentada.

Por contra, el PP mantiene su suelo electoral y logra 10 millones de votos -en todas las citas electorales de los últimos quince años ha estado en la horquilla de los 9,5-10 millones-, superando incluso los 183 escaños que otorgaron en el año 2000 a José María Aznar la mayoría absoluta en su segunda legislatura.

Mariano Rajoy, quien perdió dos pugnas electorales ante el presidente saliente, José Luis Rodríguez Zapatero, llega así a la Presidencia española a caballo de una crisis económica que amenaza con declarar al Estado en bancarrota y ante la que el PSOE ha reaccionado en los últimos años aplicando las políticas neoliberales y de recortes draconianos ordenadas por Bruselas.

Una situación crítica

El presidente electo tendrá el mismo, cuando no mayor, marcaje -vista la deriva de las primas de riesgo- por parte de los que mandan en Europa -básicamente Berlín- pero tiene una ventaja sobre sus hasta ayer rivales. Aplicar recortes en materia social va en sus genes.

En su primera comparecencia, Rajoy trató de lanzar un mensaje tranquilizador a quienes temen el rodillo del PP y aseguró que su «único enemigo será la crisis económica». Eso sí, intentó curarse en salud pidiendo «que nadie espere milagros».

Por contra, el PSOE queda totalmente laminado. Pierde su último feudo electoral de Andalucía en vísperas de las elecciones autonómicas de marzo. Y en Catalunya, el PSC queda por primera vez por detrás de CiU, que le supera en diputados (16 frente a 14) y en votos.

El mapa electoral del Estado español está teñido totalmente del azul del PP con las excepciones vasca y catalana. El PSOE sólo es primera fuerza en dos circunscripciones provinciales, Barcelona y Sevilla.

El efecto Rubalcaba se revela como un fiasco. El ministro de Interior pasará a la historia por liderar a un PSOE que ha cosechado unos resultados peores incluso que en los primeros años tras la llamada transición. En 1977 logró 118 escaños, tres más en 1979. El dato no deja de ser abrumador, habida cuenta de que por aquel entonces tenía como rival en el electorado de izquierda a un PCE aún pujante.

En una escueta declaración sin preguntas, Rubalcaba reconoció el triunfo del PP y la clara derrota de su partido, aunque trató de sacar pecho destacando los siete millones de votos para su candidatura.

El hasta hace meses segundo del Gobierno Zapatero anunció que ha trasladado al presidente saliente y secretario general del PSOE su convicción de que es necesario convocar «lo antes posible» el congreso del partido.

Partidos minoritarios

La hecatombe del PSOE tiene su contrapunto en el reforzamiento de opciones minoritarias de obediencia española. Destacan los relativamente buenos resultados de IU, que pasa de dos escasos escaños (uno prestado desde Catalunya) a contar con once diputados. No obstante, y si bien es cierto que, a corto plazo, IU conjura el riesgo de desaparecer como partido político y se consolida como tercera fuerza, los resultados quedan incluso cortos habida cuenta de que la de ayer era una oportunidad irrepetible para esta formación.

Una deriva que ha redundado sin duda en la formación jacobina españolista UPyD, que triplica sus votos (supera el millón) y pasa de uno a cinco escaños.

ERC repite resultados con tres escaños. Tanto los nacionalistas gallegos del BNG como Coalición Canaria amarran sus respectivos dos escaños y los soberanistas de Compromís (País Valenciá) irrumpen en la cámara con un escaño, el mismo que el logrado por el regionalista asturiano FAC, del ex ministro del PP Francisco Álvarez-Cascos.