La crisis financiera global ha acentuado aún más la crisis política de Bélgica, gobernada por un Ejecutivo en funciones desde abril de 2010.La renuncia el lunes de Elio Di Ruppo, encargado de las negociaciones para formar gobierno, ha puesto en evidencia la ingobernabilidad de un país plagado de divisiones.

El rey Alberto II, convaleciente de una intervención quirúrgica en la nariz, inició ayer en su Castillo Ciergnon, en la provincia de Namur (en el sur del país), una nueva ronda de contactos con los líderes de los seis partidos de la derecha, izquierda y centro encargados de formar gobierno. Es la enésima vez desde junio de 2010 que el monarca, de 77 años, toma las riendas de la situación. Con la renuncia de Di Ruppo en la mano, instó a los políticos a «medir las consecuencias del fracaso» y a «buscar activamente una salida».

La crisis política tuvo reflejo en los mercados belgas, ya que los intereses a pagar por los préstamos a diez años subieron más de tres puntos por encima que Alemania.

El eje del desacuerdo se sitúa ahora entre liberales y conservadores, que no logran consensuar los presupuestos para 2012. Éstos deberán asumir una gran reducción del déficit público para situarlo en un 2,8 %, tal y como exige la Unión Europea.

En este contexto de crisis, los sindicatos han convocado para el 2 de diciembre una jornada de movilizaciones para rechazar las medidas de austeridad,

El déficit de Bélgica se ha reducido del 5,8 % del PIB que registró en 2009 al 4,1 % en 2010, un resultado mucho mejor que el objetivo del 4,8 % fijado inicialmente. En su última revisión, el Gobierno belga en funciones rebajó el objetivo para 2011 del 4,1 % al 3,6 %.