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Raimundo Fitero

Los hijos

Es cierto que a veces los hijos se nos parecen. Desgraciadamente. Parece que existe una proyección genética, pero también social. Y hasta profe- sional. En uno de esos programas que cuesta creérselos (no me refiero a ninguna tertulia, ni la de consumidores de ETB), sino a los que hablan con el más allá, de madrugada, a tanto el minuto telefónico, o a precio establecido por contrato, como el que apareció la otra noche Ana Obregón, en una de sus mejores interpretaciones que le conocíamos, se insinuó que había tenido un hijo con el fallecido jugador de baloncesto Fernando Marín, y que todavía vivía ese supuesto vástago.

Estos programas de esa cadena tienen un arte especial para crear noticias virales del corazón, de esas que contaminan de manera expansiva todo y después provocan otras apariciones de los protagonistas del asunto en otros platós de la misma cadena. Es un buen truco. Ahora toca o las relaciones lésbicas o los hijos. Sean desaparecidos, recuérdese a la hija de Al Bano y Romina Power y todas sus secuelas y millones de euros movidos en exclusivas, viajes, horas de emisiones y todos los bucles que se organizan en el laboratorio de negocios o nasciturus.

Casi en paralelo a lo de la Obregón, una noticia aparece con jerarquía de importancia en medios de comunicación supuestamente serios (si es que eso es compatible hoy en día), y nos dice que la nuera de la Pantoja está teniendo problemas en su embarazo y que ha sido ingresada. Es decir, ya han cobrado la exclusiva por el embarazo, si ahora hay peligro, mantenemos la expectativa durante una semana, y si se pierde renegociamos y si todo va bien, más exclusivas, más tiempo ocupando las tertulias, más portadas. Sin lugar a duda el hijo de la baronesa, es otro de los que a golpe de pelea pública va haciéndose un sueldecito para pagar sus gastos menores. Y así sucesivamente. También cotizan los hijos por su supuesta ausencia y protección, ¿me entiendes Belén Esteban?

Todos son (somos) hijos. Los reyes, son reyes por el hecho simple de haber sido paridos por una reina, es decir, por ser hijos de otros monarcas. O no, como el actual, que lo es porque lo quiso Franco.

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