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«La chica más feliz del mundo»: otro ejemplo del nuevo cine rumano

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M. I. | DONOSTIA

El nuevo cine rumano no ha sido flor de un día, porque tiene el relevo generacional asegurado. Al frente de la última hornada de jóvenes cineastas se encuentra Radu Jude, un debutante que fue asistente de dirección de Cristi Puiu en «La muerte del señor Lazarescu». De él ha heredado la maestría para la sátira costumbrista, lo que le ha valido a su ópera prima «La chica más feliz del mundo» el reconocimiento internacional. En Cannes recibió el Premio Cinècole, en la Berlinale el Cicae, en Lisboa y en Sofía el Fipresci, y en Palic el del Mejor Película.

Todo por un Dacia

El irónico título se refiere a la paradoja de una joven que debería estar feliz por haber ganado el último modelo de coche Dacia en un concurso de etiquetas de refrescos, pero el premio no hace sino enfrentarla con su familia. Los padres quieren vender el Dacia para invertir en un negocio de turismo rural en su pueblo transilvano, mientras que ella quiere disfrutarlo. Se ponen de relieve las diferencias generacionales entre la mentalidad de la época de Ceaucescu y la actual.

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