Xabier Silveira Bertsolari
Hambre de victoria (Tributo a Nach)
Siento el drama nacer cada mañana en mi regazo, pero encuentro placer en la sonrisa y el abrazo. Todo lo que busco es un oído que me escuche, que al sentir surgir la rabia en sus latidos luche
Tengo hambre de victoria pero acepto las derrotas, de ellas brota lo aprendido y dan sentido a esta existencia rota. Acostumbrado a nadar en un mar que hierve, viendo a otros murmurar y juzgar, ¡creen conocerme! Pero todo es mental, paraíso, cárcel... La vida nos pone en nuestro lugar y el mío es un bafle. Dice Nach, mi maestro.
La precisión en tus palabras es silencio en boca ajena, suena a hueco su alboroto y se hace eco su silencio roto. Y que digan misa. Sin en cambio -que diría aquél-, no es del moro todo lo que reluce ni todo el monte marihuana. Entre zarzales -en portugués, silveiras- y zancadillas, hoy pases de pecho y mañana verónicas por la espalda, no es simple tahúr quien se presta al juego de la fama, que no es farla pero engancha igual. En la mayoría de casos al menos, ni lo dudo: es que pasan de cardar lana, no les da la gana. Y sé de qué hablo, pues sigo siendo un blanco perfecto que aún brilla en las aceras (...), soy esa estrella que anhela tocar la tierra y caminar; mi libertad es secreta y mi libreta siempre está incompleta porque la mente de un poeta no se queda quieta. Ni la de los mecenas de la cultura, ya sean discográficas, distribuidoras o asociaciones sin ánimo de lucro aparente. Estos entes maquinan sin cesar para vender caras con nombre mientras nos hablan de cultura y nos ofrecen cosas raras que comprar. Y lo más grave es la de caras que por bonitas sueñan con ser la que salga en la foto. Me distancian millas de su orgullo, fluyo a vida o muerte, mi murmullo se hizo rap y fue el grito más fuerte. Grito que te advierte de que hay dos formas de sufrimiento: el trabajo duro o el arrepentimiento. De ahí que me pase el día arrepintiéndome; presidiario de mis adicciones, mis contradicciones son la discusión entre cojones, mente y corazón.
Una vida en el punto de mira, una vida dependiendo de qué dirán quienes sin conocerte te admiran. O te odian sin saber quién eres. Mala elección. ¿Pero cómo ser quien no se es, si si se es, se sé? P'alante, hasta que me crucifiquen.
Tras meses surcando en mi alma, vuelvo a la acción. Todo lo que tengo es una voz y la esperanza de miles que me lanzan a ultranza su confianza. Todo lo que quiero es vivir una vida plena, más allá de esos horarios diarios que me condenan. Sentarme a cenar en paz, sin ruidos que contaminen; callar es mi mayor crimen.
Todo lo que sé es que no puedo cambiar mis cartas, que este sistema me aparta y no me echará en falta. Sé lo que aprendí de las lecciones que dio el tiempo, sé que me puedo ir y morir en cualquier momento. Todo lo que siento es amor por quienes me aman, quien me reclama y aclama haciendo brillar mi llama. Siento el drama nacer cada mañana en mi regazo, pero encuentro placer en la sonrisa y el abrazo. Todo lo que busco es un oído que me escuche, que al sentir surgir la rabia en sus latidos luche. Y no puedo retroceder ahora. Ya son las nueve en el Faisán.
Nach es evasión nocturna ante el drama diario, un hombre de lo más normal haciendo algo extraordinario.