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Maite SOROA | msoroa@gara.net

Españoles hablando de complejos

Vapuleados por los mercados y por sus socios europeos, con un «milagro económico» que resultó ser un tongo inmobiliario, los españoles se agarran a los éxitos deportivos de los últimos años como a un clavo ardiendo para mantener algo de su tocado ego. Y claro, si además les quitan eso, se les cae el mundo. Por eso, el juicio por dopaje contra Alberto Contador algunos se lo han tomado a la tremenda: «Con Contador se juzga al deporte español», titulaba ayer su editorial «El Mundo», siempre tan excesivo.

El periódico de Pedro J. recordaba que siempre ha defendido la inocencia del ciclista madrileño, «no por chovinismo, sino porque creemos que no hay elementos objetivos para condenarle». No, por chovinismo no, sólo porque en este caso no hay pruebas, por eso titulan que se juzga «al deporte español». Se les ve el plumero.

Tras entrar en valoraciones sobre lo mala que es la reglamentación sobre dopaje, que seguro que tiene toda la culpa, el editorialista se lamentaba porque «fuera de nuestras fronteras, el caso Contador ha dado pie a cultivar la leyenda negra del deporte español, ésa que atribuye al dopaje la gran cantidad de triunfos de los últimos años». Servidora no sabe si algún deportista se dopa o no, pero un dicho muy castizo reza que cuando el río suena... Sin embargo, «El Mundo» sostiene que «se trata de una insidia, pues hablamos de alta competición y de deporte superprofesionalizado, donde los controles están a la orden del día». Y esos controles cazan todos los años a deportistas que se han dopado, añadiría yo. A continuación, el editorial cargaba contra Cyrille Guimard y Yannick Noah, por decir cosas como que «la cultura del dopaje sigue muy arraigada en España», y afirmaba que «es verdad que, sobre todo en Francia, promovida por determinada prensa y un cierto complejo de inferioridad, ha calado la idea de que en España hay permisividado cuanto menos relajación a la hora de enfrentarse al dopaje». Tiene gracia que los españoles acusen a los franceses de complejo de inferioridad. Alguien debería recordarles lo de la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio. Aunque lo más divertido es ver a los dos estados que tanto nos hacen la puñeta peleándose entre ellos.

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