Dabid LAZKANOITURBURU Periodista
Segunda parte del juego en la Plaza Tharir
Nueve meses después de que el todopoderoso Ejército «mameluco» abortara la revolución egipcia-obligando al rais Mubarak a hacerse a un lado pero manteniendo férreamente el poder-, la Plaza Tahrir concentra nuevamente la atención.
Lo que empezó como una exigencia popular unánime para que el Ejército renunciara a blindar sus inmensos privilegios y a mantener, constitucionalmente, su histórica preeminencia en la vida política egipcia, ha adquirido vida propia el calor de la nueva ocupación de la plaza-símbolo de El Cairo.
El Movimiento 26 de Abril, que agrupa a los movimientos juveniles que estuvieron en primera línea en la revuelta de febrero, rechaza cualquier componenda de los partidos con los militares y exige ya la desconvocatoria de las elecciones, cuyo inicio está previsto mañana.
Por contra, los islamistas Hermanos Musulmanes, que estuvieron en Tahrir en los primeros días de esta segunda fase de protestas pero que finalmente se han desmarcado, insisten en el mantenimiento del calendario electoral. Son conscientes de que tienen el triunfo (los analistas les otorgan el 40% de los votos) en sus manos.
En este confuso panorama, cada uno de los actores de esta crisis se va reposicionando de hora en hora. El laico y occidentalizado Mohamed el-Baradei se acerca a Tahrir a pescar en río revuelto.
Y EEUU persiste en su equilibrismo defendiendo a la vez la celebración de elecciones y la cesión «cuanto antes» del poder militar a un gobierno civil.
Porque en Egipto hay mucho en juego. No sólo para el futuro del propio país y del conjunto del mundo árabe. También para el conjunto de la región, incluido Israel.