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Sherlock Holmes: el eterno inquilino del 221B de Baker Street

El gran éxito literario de «The House of Silk» de Anthony Horowitz, el inminente estreno navideño de «Sherlock Holmes: juego de sombras» -la segunda entrega de la franquicia dirigida por Guy Ritchie- y el esperado inicio de la segunda temporada de la teleserie de la BBC «Sherlock» nos advierten de que el personaje imaginado por el escritor sir Arthur Conan Doyle sigue generando un gran interés entre las nuevas generaciones.

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Koldo LANDALUZE | DONOSTIA

En 1888, Londres vibraba de entusiasmo con la sobrecogedora adaptación teatral de la novela de Robert Louis Stevenson «El extraño caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde». Mientras los espectadores aplaudían a rabiar la transformación terrible del bondadoso doctor que fue seducido por los telúricos atractivos del mal, en las calles del mísero Whitechapel las prostitutas se convertían en objetivo de un monstruo real: Jack el Destripador. Los cuerpos mutilados de Mary Ann Nichols, Annie Chapman, Elizabeth Stride, Catherine Eddows y Mary Jane Kelly figuran en el listado oficial de un encadenado de crímenes que suscitó infinidad de tertulias en los clubs privados y pubs populosos de Whitechapel. Fue tal la inquietud que sintió la población londinense, que incluso se escribieron súplicas destinadas al mismísimo Sherlock Holmes tal y como lo atestigua la nota impresa que, aún hoy, figura en la entrada del número nº 221B de Baker Street; portal de entrada física para aquellos que han seguido de cerca los casos resueltos por el detective infalible que solo amó una sola vez y que disimuló sus propios demonios mediante dosis de cocaína al 7% -para desesperación de su fiel amigo, médico y cómplice John H. Watson- e interminables acordes de violín.

La historia de este singular personaje literario que logró sobrepasar la barrera de lo imaginario se remonta dos años atrás, cuando en 1886 un humilde médico de la pequeña localidad cercana a Porstmouth llamada Southsea finalizaba los últimos renglones de una novela que llevaría por título «Estudio en escarlata». El médico se llamaba Arthur Conan Doyle y el protagonista de esta obra fue bautizado como Sherlock Holmes. Según señalan las notas autobiográficas del escritor, el primer nombre elegido para su infalible detective privado fue el de Sherindford Holmes, pero fue su mujer la que le obligó a cambiarlo debido a que resultaba muy difícil pronunciarlo. Finalmente, Conan Doyle optó por el azar y encontró el nombre irlandés de Sherlock.

Cimentadas las bases del personaje, y basándose en los primeros estudios que versaban sobre la investigación sicológica, nacieron las cuatro novelas, cincuenta relatos y diecinueve cuentos que, desde «El perro de los Baskerville» a los «Archivos de Sherlock Holmes» gozaron con el protagonismo de un meticuloso detective privado de perfil afilado, eterna pipa entre los dientes y ataviado con un estrafalario traje de cochero victoriano que se convertiría en la pesadilla de los criminales gracias a su aplicación de la ciencia exacta, los análisis críticos y su casi enfermizo rigor deductivo.

Sherlock Holmes alcanzó rápidamente un gran renombre y el éxito sonrió a su creador, pero, tal y como suele ocurrir, Arthur Conan Doyle fue engullido por su propia criatura. Millares de lectores le reclamaban nuevos casos protagonizados por su célebre caballero detective y lenta, e inexorablemente, en el ánimo del escritor anidó un odio acérrimo hacia su personaje. Deseaba ampliar sus fronteras creativas, soñaba con escribir una ambiciosa novela sobre la Inglaterra de los Estuardo, otra relacionada con la familia Plantagenet y otra sobre los acontecimientos bélicos de la batalla de Waterloo, pero sus intenciones siempre fueron cortadas de raíz en cuanto el poderoso editor de la revista «Strand» le requería nuevas entregas de Holmes.

La gallina de los huevos de oro

En otoño de 1891, Conan Doyle meditó concienzudamente una decisión firme y determinante y se la hizo saber a su madre en estos términos: «Creo -dijo el escritor- que voy a matar a Holmes, voy a librarme de él de una vez por todas». Su madre le recriminó esta decisión: «¡No lo matarás! ¡No puedes hacerlo! ¡No debes hacerlo!». El enfado de su madre le obligó a posponer su «asesinato» y prolongó la vida de su odiado Holmes durante varias entregas más.

Finalmente y a mediados de 1893, el director del «Strand Magazine» se convertiría en el primer testigo de este crimen en cuanto abrió el paquete que envolvía la undécima historia de Sherlock Holmes y, tras leer el primer párrafo, firmado por el doctor Watson: «Tomo la pluma con tristeza para evocar, por última vez, el prestigioso talento que hizo de mi amigo Sherlock Holmes un ser excepcional...», un ligero temblor asaltó al director de «Strand Magazine» en cuanto descubrió la escena definitiva en la que Conan Doyle, poseído por un odio lindante al sadismo, hizo precipitar a su personaje por los precipicios de Reichenbach, en Suiza.

Gran Bretaña no acogió bien la noticia de este trágico acontecimiento y no resulta exagerado afirmar que fueron multitud de hombres y mujeres los que hicieron llegar su queja relacionada con el salvaje crimen cometido en Reichenbach. Mientras las manifestaciones se sucedían en las calles, el escritor decidió atrincherarse en su hogar.

En 1901, Conan Doyle escuchó atentamente un misterioso relato narrado por su amigo Fletcher Robinson. En la imaginación del autor cobró forma una trama muy suculenta a la que únicamente le faltaba un detalle muy importante: el protagonista. Al calor de una chimenea, Robinson escuchó atentamente la historia de su amigo: «Necesito un protagonista, pero ¿quién?», se preguntó Conan Doyle. Robinson se limitó a responder «¿Por qué buscas tanto, Arthur? ¡Pero si ya lo tienes!». El autor regresó de sus fantasías para replicar con enfado a su amigo: «¡Eso si que no, Fletcher! Holmes está en el fondo de los precipicios de Reichenbach y te aseguro que allí permanecerá...». Vencido por la obviedad y lo elemental de la que siempre hizo gala su personaje escribió «El perro de los Baskerville» y para tal fin, rescató de entre los muertos a Holmes. A partir del otoño de 1903, trece relatos publicados mensualmente consagraron la resurrección de Holmes y lo convirtieron en un mito y, cuando falleció su creador en 1930, fueron muchos los escritores que retomaron este legado para llevar a cabo un buen número de novelas en las que se recreaban nuevos casos que serían resueltos por el inquilino de Baker Street y su fiel Watson.

«The House of Silk»

Esta tradición novelesca, que ha contado con el respaldo del cómic, la televisión, el teatro y el cine, se prolonga hasta nuestros días con una serie de proyectos que siguen enriqueciendo el imaginario holmesiano. Tal es el caso de «The House of Silk», una novela que actualmente está logrando récords de venta en Gran Bretaña y que ha sido escrita por Anthony Horowitz. Ambientada en el año 1890, un año después de la muerte de Holmes, la trama nos presenta a un envejecido y anciano Watson que, asumiendo su habitual rol de narrador, dicta en primera persona un caso que se inicia con el asalto a un tren de Boston y culmina en las sombrías callejas de Wimblendon. Tal y como ha señalado buena parte de la crítica literaria británica, se trata de un excelente trabajo que respeta fielmente los códigos originales del personaje y las historias protagonizadas por Holmes y que cuenta con el añadido de un ritmo narrativo acorde a los tiempos actuales. La supervivencia de los mitos radica en la constante revisión que, desde ópticas bien diferentes, se hace de ellos.

Siguiendo esta línea que jamás pretende desmitificar al protagonista, sino todo lo contrario, Guy Ritchie se inspiró en el cómic original de Lionel Wigram para poner en funcionamiento en el año 2009 una montaña rusa victoriana en la que Holmes se mostraba como un consumado luchador, algo que ya figura en el perfil literario del personaje, y como un tipo desaliñado que disfruta con las malas compañías y en las peleas que se organizan en los bajos fondos. Más allá de estos llamativos elementos, el Holmes encarnado por un magnífico Robert Downey Jr. respeta la infalible lógica deductiva del personaje y el cinismo que siempre se le ha intuido.

La excelente química de la pareja protagonista -Downey Jr. y Jude Law, en el rol de Watson- y, sobre todo, los suculentos réditos obtenidos con la primera entrega, han propiciado una secuela que lleva por título «Sherlock Holmes: juego de sombras» y que ha sido dirigida nuevamente por Ritchie. El reparto incluye a Noomi Rapace, actriz que ha alcanzado fama gracias a su rol de Lisbeth Salander en la trilogía «Millenium»; Stephen Fry, encargado de dar vida al hermano de Sherlock, Mycroft Holmes; y Jared Harris, quien prestará su físico al eterno rival del protagonista, el profesor Moriarty.

El secretismo con el que ha sido rodado este proyecto que podrá verse estas navidades en nuestras pantallas, impide saber cuál es el entramado argumental de esta propuesta que servirá para prolongar, un poco más, la vida de un personaje singular y apasionante. Vistas las primeras imágenes de este filme, podemos asegurar que se trata de un proyecto que apuesta por la diversión, el espectáculo y la acción. Tres ingredientes que, bien condimentados, siempre alcanzan su objetivo... elemental.

ODIO

Arthur Conan Doyle fue engullido por su propia criatura. Millares de lectores le reclamaban nuevos casos protagonizados por su célebre caballero detective y lenta, pero inexorablemente, anidó un odio acérrimo hacia su personaje.

RESURRECCIÓN

El autor lo «resucitó» de entre los muertos en 1901 para que protagonizara «El perro de los Baskerville». A partir de ahí, se convirtió en un mito que ha sido recreado por muchos otros escritores.

Holmes y watson, en la pequeña pantalla

El actor Basil Rathbone siempre ha sido asociado a Sherlock Holmes. Su perfil y rasgos se amoldaron a la perfección a la imagen legada por las ilustraciones con las que Sidney Paget engalanaba las palabras de Conan Doyle. En la actualidad y gracias a su participación en la teleserie británica «Sherlock», es Benedict Cumberbatch quien aporta nuevas características a este personaje, del cual también ha bebido Hugh Laurie para llevar a cabo su caracterización del doctor House.

Creada por dos pesos pesados del medio audiovisual -Stephen Moffat («Doctor Who, «La aventuras de Tintín: el secreto del Unicornio») y Mark Gatiss-, «Sherlock» sorprendió gratamente en su primera temporada gracias a su valentía a la hora de desarrollar los casos en el Londres actual. En esta oportunidad, Sherlock Holmes es un adicto a internet y utiliza parches de nicotina. En cuanto a su inseparable compañero de fatigas, el doctor Watson, se trata de un médico marcado por lo vivido en Afganistán. El intérprete Martin Freeman -quien interpreta a Bilbo Bolsón en «El Hobbit»- es el encargado de dar vida a este personaje cuyas andanzas compartidas cuentan ya con una segunda temporada que también se estrenará en breve. K. L.

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