Iker Bizkarguenaga Periodista
Sonreír no significa estar contento
L as cuatro grandes familias políticas de este país prácticamente calcaron sus resultados el 20N, con una diferencia de un 0,8% entre la primera y la última. Sin embargo, la situación en la que queda cada una de ellas es como la noche y el día. Nunca resultados tan parejos dejaron sensaciones tan diferentes.
Empezando por los primeros, la sonrisa que en la noche electoral mostraron Basagoiti y compañía tenía mucho de rictus y poco de alegría sincera. Con un PSOE hundido y Mariano Rajoy cabalgando triunfante sobre la mayoría absoluta, el PP no ha rascado ningún voto en la CAV, de modo que el político bilbaino tiene un problema y en las autonómicas puede llevarse un disgusto. Y entonces a Basagoiti van a dejar de reírle las gracias.
Qué decir de Barcina. A ver cómo explica a los suyos las virtudes del pacto con el PP ¿Y Miguel Sanz? ¿Qué opina de todo esto? Se intuye marejada en Iruñea.
En el PSOE, después de los comicios se ha llegado a especular con que Patxi López podría postularse para secretario general, aunque ya han descartado esa surrealista posibilidad. Lo cierto es que después del varapalo de mayo y noviembre, a uno solo se le ocurre como posible destino del portugalujo el de figurante en la serie «The Walking Dead». Si se empeña en no adelantar las elecciones, cuando éstas lleguen el estropicio puede ser mayúsculo. Que alguien le explique que aferrarse al cargo, a merced del PP, sólo le va a hundir más.
El PNV obtuvo unos buenos resultados. Sin embargo, las piruetas que ha hecho el hiperactivo Urkullu para aparentar lo que los números no indicaron denotan nerviosismo. Los siete escaños de Amaiur han dolido en Sabin Etxea, donde el domingo no había ambiente de fiesta. Su única gran alegría se la dio Uxue Barkos. Si además el presidente del EBB abre una guerra en el único herrialde donde han subido en votos respecto a mayo, los jeltzales pueden llegar a las autonómicas con la lengua fuera y más nerviosos que un flan.
Por su parte, a Amaiur le va a tocar aguantar carros y carretas en Madrid, donde cada intervención será analizada con lupa y cada pregunta será un cuchillo. Sin embargo, ya saben a lo que van y juegan con que el bumerán que lanzaron 334.000 personas hace una semana ya está volviendo hacia Euskal Herria. En el Labrit sí hubo fiesta el domingo, y no era por haber logrado un grupo parlamentario.