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Analizan en Baiona si el trabajo ayuda a la situación de los presos

Hace una veintena de años que, a iniciativa de FARAPEJ (federación de asociaciones que trabajan en el ámbito judicial y penitenciario), se celebran en el Estado francés las jornadas sobre la prisión en torno a temáticas precisas. Este año ha sido la denominada «reinserción» a través del trabajo en la cárcel. En Baiona, también han abordado la cuestión en un encuentro entre varios organismos que actúan en el ámbito carcelario.

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Arantxa MANTEROLA

La Cruz Roja y Secours Catholique (Cáritas) han organizado un encuentro inusual entre diferentes agentes y estructuras que intervienen en el único centro penitenciario que existe en Ipar Euskal Herria. Además de los dos organismos organizadores, se sentaron en torno a una mesa representantes de SOS Racisme, de OIP (Observatorio Internacional de Prisiones), de asociaciones de apoyo a las familias, asesores, asistentes sociales, visitadores, consejeros y especialistas en reinserción, representantes de diferentes cultos religiosos que desarrollan su labor en el recinto carcelario y una concejala de la oposición del consistorio bayonés. Faltaban algunas asociaciones (Genepi, Cimade...) pero la ausencia más notoria fue la del ámbito de la magistratura, ya que ningún representante de la judicatura ni de los letrados acudió al encuentro a pesar de haber sido invitados.

Los participantes más relevantes, dada su relación directa y cotidiana con las personas privadas de libertad, fueron el director de la cárcel de Baiona, Guy Breuvard, y una responsable del SPIP, servicio penitenciario encargado de la reinserción de los presos.

El carácter poco habitual del encuentro era evidente. Tal y como lo señalaron los propios organizadores, las diferentes estructuras y organismos que intervienen en este peculiar ámbito «tienen un conocimiento un tanto lejano de lo que hacen los unos y los otros» y si bien algunos colaboran entre sí más o menos directamente, no acostumbran a intercambiar posturas entre todos ellos.

Falta de conocimiento

Esta falta de conocimiento mutuo hizo que la reunión se centrara más en aspectos prácticos e informativos que en el fondo del debate, a saber, si la prisión es o puede ser «una empresa de reinserción», tal como rezaba el temario del encuentro, aunque colateralmente, sí se mencionaron otras problemáticas como la de las personas presas con enfermedades psiquiátricas que no son adecuadamente atendidas o la falta de un imán en la cárcel de Baiona por obstáculos administrativos «inexplicables».

Si acaso, alguna que otra intervención al final del encuentro se refirió a la escasa incidencia que puede tener una actividad laboral en el medio carcelario para la reinserción (o inserción, como apuntó el propio director de la cárcel ya que muchos de los presos nunca han tenido una integración social plena), en particular en lo que respecta a las condenas cortas. De ahí que se pusiera en duda la utilidad de la propia pena privativa de libertad en infinidad de casos, especialmente en los delitos menores, con lo que asomó el sempiterno tema de sanciones-reparaciones alternativas.

También afloraron otras cuestiones como las dificultades añadidas que encuentran las personas presas en Ipar Euskal Herria que, incluso cuando han logrado superar los enormes obstáculos para encontrar un empleo, no pueden volver a una vida normalizada porque les resulta más difícil aún encontrar una vivienda.

Breuvard subrayó que se trata de un «problema grave» ya que, a menudo, se han dado casos en los que el proyecto de reinserción se ha ido al traste porque reclusos que retornaban a la libertad con un empleo, no han conseguido que nadie les alquile una vivienda. «Existen estructuras que les ofrecen una morada durante un cierto tiempo, pero esta dificultad de encontrar una vivienda llega a provocar el fracaso en la reinserción».

Y en Baiona, ¿qué?

Sin embargo, el encuentro sí sirvió para conocer detalles sobre las actividades que se desarrollan en la cárcel labortana en la que, actualmente, están encarcelados 98 hombres. Para empezar, todos los participantes en el encuentro resaltaron que el hecho de que se trate de una maison d'arrêt, y no de un centro de cumplimiento, condiciona mucho los procesos individuales de reinserción ya que, al tratarse de presos preventivos o de condenas cortas, el vaivén de ingresos y excarcelaciones es permanente. En lo que respecta a la práctica laboral propiamente dicha, los reclusos que trabajan en la cárcel están empleados por la administración penitenciaria para realizar tareas en el interior, aunque también se dan casos de algunos en régimen de semi-libertad que tienen empleos en el exterior.

La formación profesional que en Baiona se ofrece desde hace quince años -aunque la cárcel tiene 120-, se centra en la preparación del certificado de aptitud de cocina y en él participan unos doce alumnos. El porcentaje de los que aprueban es similar a los del exterior (97%).

Debido a la dinámica de salidas en libertad o traslados a otros centros, resulta prácticamente imposible realizar un seguimiento serio sobre si estos estudios han sido culminados o si la formación les ha sido de utilidad a la hora de encontrar un empleo y, por ende, de insertarse.

Los únicos datos con los que cuentan son los que algunos de ellos comunican a nivel personal, por ejemplo, con la asistenta social o con voluntarios de alguna asociación. La casuística específica de este sector de la población no permite, por lo tanto, evaluar con datos concretos la efectividad o interés de estos dispositivos. No obstante, la representante del SPIP insistió en su utilidad: «La motivación personal es muy importante -subrayó-. Algunos emprenden la formación en prisión como un acicate para aprovechar el tiempo, lo que les permite mantener su autoestima».

Falta sitio y voluntarios

Además, existen otras posibilidades que no están directamente relacionadas con la actividad laboral. Entre las educativas, pueden optar a las clases de estudios básicos y medios impartidos por un maestro.

Explicaron que las dos aulas existentes en Baiona están equipadas con ocho ordenadores pero, como ocurren en el resto de cárceles, no cuentan con acceso a internet «por razones de seguridad». Los internos pueden utilizar estos equipamientos informáticos para preparar el examen del Código de Circulación e, incluso, efectuarlo en la misma cárcel, ya que un examinador oficial se desplaza al establecimiento penitenciario dos veces al año.

En cuanto a la práctica del deporte, en breves días los reclusos de Baiona estrenarán una zona deportiva externa con suelo sintético donde podrán practicar fútbol, pala y badminton.

También pueden acceder a otras actividades lúdicas y/o educativas como los juegos de sociedad, los talleres de pintura, cursillos de iniciación a la escultura, a la elaboración de cómics o del boletín interno ``Villa Chagrin''. La biblioteca a la que pueden acceder dos días a la semana está gestionada por la propia biblioteca municipal pero, en general, son las asociaciones las que se encargan de ofrecer estas actividades, normalmente a ritmo semanal.

La mayoría de ellas estarían dispuestas a hacerlo más a menudo pero la falta de espacio -sólo hay una sala de actividades- no lo hace posible, aunque también aducen la escasez de voluntarios que se dedican a esta labor social.

Pese a la afirmación de la falta de gente dispuesta a ofrecer o compartir parte de su tiempo con las personas que se encuentran presas, el director Guy Breuvard afirmó que, en comparación con otros centros penitenciarios que ha conocido durante su carrera profesional, la maison d'arrêt de Baiona es, y con mucha diferencia, la cárcel en la que más cantidad de asociaciones y voluntarios intervienen.

El libro de Mouesca y Vaseur denuncia que «nada ha cambiado» en las cárceles

``La prison doit changer, la prison va changer'' (``La prisión debe cambiar, la prisión va a cambiar'') es el título del libro que acaban de publicar Gabi Mouesca, ex presidente de OIP (Observatorio Internacional de Prisiones), y la doctora Véronique Vaseur, cuyo libro sobre la situación en la cárcel de La Santé escrito hace diez años, cuando era jefe del servicio médico de dicho centro, generó un fuerte debate y removió conciencias en el Estado francés.

Sin embargo, a tener de lo que los dos autores denuncian en su obra conjunta editada por Flammarion, no debió removerlas mucho, ya que constatan que pese a las promesas posteriores de los responsables políticos, en particular de Nicolas Sarkozy. El título hace referencia a la promesa electoral que expuso cuando concurrió a El Elíseo, dado que «poco o nada ha cambiado» en la situación penitenciaria.

«Desde el año 2000 los gobiernos de diferente tipo se han sucedido, pero las 197 prisiones del Estado siguen afeando la cara de Marianne como si se tratasen de 197 llagas», indicó el ex preso abertzale, antes de añadir que el libro pretende informar en particular a los ciudadanos franceses «para que se comporten como tal». A.M.

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