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Un 20N que remarca la crisis del Estado español y abre el ciclo de la oportunidad vasca

Al 2oN le ha seguido una semana de valoraciones y tanteos preliminares de las diferentes formaciones políticas que ha ofrecido elementos para un análisis prospectivo del nuevo escenario. Emerge un terreno en juego en el que la apuesta por la confrontación democrática sin exclusiones y la necesidad de avanzar en la superación del conflicto en todas sus facetas han salido claramente reforzadas por los resultados.

No era sencillo que ello quedara reflejado como ha quedado, toda vez que el pasado domingo los abertzales se enfrentaban a una verdadera prueba de fuego en terreno desfavorable. Y no sólo salieron airosos, sino que además demostraron que también en campo contrario son capaces de ganar.

Tras las elecciones municipales del 22 de mayo y estas estatales del 20N, las futuras autonómicas al Parlamento de Gasteiz se presentan como una oportunidad definitiva para una amplia mayoría que refleje la realidad sociopolítica hoy negada y que conduzca a nuevos consensos en la dirección que el nuevo ciclo demanda. Pero ello requiere algo más que esperar sin más hasta la fecha de esas elecciones, tanto si éstas se celebran con adelanto como si lo hacen con la legislatura agotada. En política resulta clave no perder tiempos e ir ocupando espacios, y los meses restantes -o quién sabe si año y medio todavía hasta primavera de 2013-deben ser utilizados para ir ganando voluntades ciudadanas y sembrando consensos políticos. El propio presidente del PSE, Jesús Eguiguren, admitía esta semana que esa próxima legislatura debe ser la que geste el nuevo marco político que se viene reclamando cada vez con más fuerza desde los años 90.

Sin prisa, pero sin pausa

Pocos son ya quienes no reconocen que el marco del Estatuto, cuya acta de defunción se escribió en Gernika ya en primavera de 1997, hace quince años, resulta inservible. Y son pocos también quienes aún intentan ocultar que el Amejoramiento del Fuero se puso en vigor quince años antes, en 1982, sin preguntar a la ciudadanía navarra por si acaso; algo más que un pecado original.

La tarea debe afrontarse sin prisa, pero sin pausa. Recordando que los intentos de abordar el reto en estos últimos quince años y por muy distintos caminos -Lizarra-Garazi, el llamado Plan Ibarretxe, la posterior consulta, las reuniones de Loiola...- no han dado fruto. Lo importante e incluso lo prioritario es, por lo tanto, acertar, y que esa consciencia de que el actual marco está muerto se traduzca en un cambio del mismo. El camino aparece más despejado que nunca después de la decisión histórica de ETA.

El mapa político ha cambiado, y seguirá cambiando, adecuándose a la realidad política y social. Así está ocurriendo también en Nafarroa, como demuestran los dos pasos adelante dados en los comicios de este año por el espacio abertzale y de izquierdas, que se ha convertido ya de facto en la auténtica oposición a UPN, PP y PSN no sólo en Nafarroa, sino incluso en un escenario tan inesperado hasta el domingo como el Congreso. El debate social que se avecina con motivo del quinto centenario de la conquista de Nafarroa por Castilla, en el 2012 que se echa encima, también contribuirá a impulsar la toma de conciencia de que Nafarroa lleva muchísimo tiempo sin decidir por sí misma, bastante más que las tres décadas de Amejoramiento y bastante más también que los tres cuartos de siglo transcurridos desde las matanzas franquistas. Eso es precisamente lo que pide la Nafarroa que quiere el cambio del estado de las cosas, y éste es el punto en que se podría producir un amplio consenso.

El contexto resalta la necesidad de decidir

La gran oportunidad vasca se plantea en un contexto de crisis no sólo política, sino también económica e institucional del Estado español. Con uno de los dos grandes partidos del Estado bajo mínimos por una gestión de la crisis económica más propia del partido de la oposición que del gobierno, con una Casa Real en horas cada vez más bajas, con unos tribunales objeto de un desprestigio galopante, y ahora con la evidente merma de soberanía de los gobiernos europeos en favor de la Unión Europea como consecuencia de la nueva gobernanza, la necesidad de Euskal Herria de tomar sus propias decisiones aparece muy nítida.

El PP lo tiene claro, y su apoyo incondicional a los presupuestos de Bizkaia es una muestra de su confesado intento de conjurar el «peligro» soberanista. Pero los abertzales de este país tienen que tener igual de claro que no basta con demostrar que no vale un marco que no permite a los vascos decidir su futuro, tanto político como socioeconómico, un marco que ha permitido el desmantelamiento del sector primario, que determina las relaciones laborales con graves consecuencias para los trabajadores vascos y lastra gravemente la economía del país. Es preciso actuar en clave de país para no echar a perder la oportunidad abierta. Se habla de un nuevo tiempo, del tiempo de Euskal Herria, y debe ser también el tiempo aprovechado para que una vez más no se diluya la oportunidad vasca, la gran oportunidad vasca cabría decir.

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