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CRíTICA flamenco

La llama viva de María Pagés

Curro V.-GAZTELU

Es de sobra sabido que cada vez es más delgada la línea que separa el contemporáneo, del clásico y del flamenco, siendo esto lo que la bailaora y coreógrafa trianera propone en cada espectáculo que se tercie. La niña mimada de la Agencia para el desarrollo del flamenco, aterrizó en el Arriaga con un espectáculo trillado que hace ya tres años se presentó en el Festival Flamenco de Tokio y posteriormente en la Bienal de Sevilla. Aunque la afición hubiera estado más conforme con alguno de sus dos últimas puestas en escena, “Duna” o “Utopía”, sí es cierto que María Pagés, allá donde va, sabe meterse al público en el bolsillo, ya que su sutileza y armonía en el baile hace de acicate para propuestas tan inverosímiles como bailar un poema en portugués de Saramago, o un solo de violonchelo a palo seco.

Hay que reconocer que la escuela sevillana de baile hoy por hoy es la más completa y rica, donde cada detalle forma un todo y ya no sólo a nivel técnico o coreográfico, sino que cada detalle completa una manera de entender el universo del flamenco contemporáneo: diseño de vestuario, escenografía, iluminación…

Poetas como Miguel Hernández, Lorca y Machado estuvieron presente en forma de Soleá, Tientos-Tangos, Nanas flamencas, Cantiñas y Alegrías, faltándole en esta última propuesta los aires imprescindibles de la Caleta Gaditana. El cuerpo de baile hizo la función como tal, siendo el cantaor Paco del Pozo y la cantaora Ana Ramón las que sobresalieron a este “Autorretrato” de la bailaora de “Flamenco Republic”.

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