Memoria y solución democrática
El nuevo trabajo de Euskal Memoria, algunos de cuyos pasajes adelanta hoy GARA, muestra lo que muchos jóvenes ignoran acerca de los 40 años de franquismo en Euskal Herria y que las generaciones mayores han padecido en sus vidas; sin embargo, para unos y otros sigue resultando impresionante el volumen que aquella represión alcanzó al servicio de la «regeneración de España»: ejecuciones, tortura, prisión, exilio, control social, miseria, genocidio lingüístico...
Hoy, más de treinta años después de la muerte de Franco, las víctimas de aquel intento de «solución final» siguen sin ser reparadas, al igual que otras muchas producidos desde 1975 hasta aquí. Y quienes se niegan no sólo a esa reparación, sino incluso a reconocer el daño causado, ahora exigen el necesario reconocimiento y la reparación de una parte de las víctimas del conflicto armado de los últimos 50 años mientras mantienen su postura negacionista para con otra parte de las víctimas, las del Estado. Precisamente Euskal Memoria realizó hace un año un estudio sobre esas otras víctimas. Y muchas de éstas comparecían anteayer públicamente en Bilbo con un mensaje digno de aplauso por su honestidad, valentía, racionalidad y carácter constructivo.
Familiares de víctimas de la guerra sucia, la tortura, la política penitenciaria y la represión en general recono- cían el dolor de las víctimas de otras violencias y reclamaban verdad «completa». Pero sobre todo incidían en un mensaje cargado de futuro y no enquistado en el pasado: la mayor reparación sería una solución justa y democrática, y están dispuestas a contribuir a la superación democrática del conflicto y al logro de una convi- vencia que requiere del «factor humano».
El mensaje conciliador de esas víctimas contrasta con otro, mucho más publicitado, que no esconde el odio y la sed de venganza y que pretende interferir en el proceso democrático y de paz que se abre paso en este país. También por eso, quienes desde el inevitable dolor no desean que nadie más pase por la dura experiencia que han vivido y aún viven merecen todo el apoyo de esta sociedad. Y merecen, sobre todo, que su aportación cale.