Carlos Vela trasmitía antes de viajar a Sevilla la voluntad de los jugadores de responder a la confianza que Montanier ha depositado en ellos y el mexicano cumplió con creces, pero tuvo que ser Iñigo Martínez el que recompensara al normando por la oportunidad brindada para jugar en Primera con 20 años con un golazo que le ratifica en el puesto y le da la opción de reflexionar sobre sus decisiones.

Es mucho más gratificante aprender de las victorias que de las derrotas y el partido de Sevilla sirvió para repasar muchas lecciones que se han repetido durante las trece jornadas y no terminan de ser asimiladas ni por el entrenador, ni por los jugadores, ni por el entorno.

Se confirmó que esta Real juega mejor con el 4-3-3 que con cualquier otro sistema y que cada vez que su entrenador cambia y se sale de su idea original el equipo no responde. Si cada vez que ha prescindido de un medio centro para jugar con más delanteros el equipo ataca peor, cuando lo sacrifica para jugar con cinco defensas defiende de horror. Hay equipos que marcan un gol y pueden estar una hora encerrados en el área y cortando el ritmo del partido sin conceder ocasiones. Pero la Real ni sabe defender así ni matar un encuentro. Cuando se echa atrás, es demasiado frágil y eso lo pudo pagar muy caro.

A pesar de tener a todo el equipo metido en el área, permitió al Betis meter en cinco minutos el doble de goles de los que había logrado en los ocho partidos anteriores. Es verdad que Mel llenó el equipo de delanteros cuando vio que ya no tenía nada que perder, pero eso no justifica lo mal que defendió la Real y la facilidad con la que Salva Sevilla dio el primer gol y Jonathan Pereira marcó los dos tantos sin más oposición que la de Bravo en su camino.

Un diamante

La Real estuvo a punto de echar a perder en cinco minutos un partido más que bueno y, cuando seguía atenazada atrás, Iñigo Martínez dio un pase adelante y demostró su casta y su calidad de golpeo con un gol que confirmó lo que no admitía dudas, que la Real tiene un diamante en él y que el tanto del derbi lo consiguió con tanta intención y decisión como la tuvo ayer.

Pero el brillo y la alegría de ese gol no debe ocultar los problemas. No se pueden necesitar tres goles para ganar un partido y el equipo debe ser más regulares en su juego y más consistente en defensa. Porque los goles que se reciben no se deben a los riesgos asumidos en ataque. Curiosamente cuanto más arriesga Montanier, el equipo ni ataca bien ni recibe goles.

Porque la Real demostró en Sevilla que tiene tanta calidad en sus tres jugadores más adelantados que no necesita asumir riesgos ni acumular jugadores ofensivos y sí tener más el control del partido. Sin jugar un partidazo en los primeros 75 minutos de partido marcó dos goles, provocó un penalti, envió un balón al larguero y dispuso de una clara oportunidad que obligó a una gran intervención de Casto en el minuto 4 en un buen remate de Elustondo. Las demás ocasiones tenían como protagonistas a Vela, Agirretxe y Griezmann. Siempre ellos.

Otra de las lecciones que dejó el partido de ayer es que el usurbildarra es ahora el mejor delantero centro del equipo y el de Macon el mejor jugador de banda izquierda. También se confirmó que Gorka Elustondo es el mejor recambio para Illarramendi, y eso que le costó coger el sitio y en el primer tiempo le ganaron la espalda en algunas ocasiones, sobre todo porque la defensa jugó demasiado atrás.

Ni era bueno que estuviera tan adelantada como en algunos de los primeros partidos, ni lo es que se retrase tanto, consecuencia de la racha negativa, porque se abren demasiadas distancias entre líneas. Eso y las secuelas psicológicas del penalti fallado fue lo que provocó que tras la superioridad realista de los 20 minutos iniciales, el Betis dominara en los últimos 25 del primer tiempo, aunque sin inquietar demasiado a un Bravo que estuvo seguro.

A pesar de algunos problemas de ajustes, Elustondo, Aranburu, y un Zurutuza que completó un gran partido antes de desfondarse, consiguieron imponerse en el centro del campo en el inicio del segundo tiempo y buscar a los tres jugadores más adelantados, que crearon mucho peligro al Betis en los primeros 75 minutos de partido.

Además por una vez la Real aprovechó las jugadas de estrategia. Al margen de los dos corners botados por Vela y rematados por Agirretxe, hubo una jugada inicial en una falta botada por Iñigo Martínez, que tocó Griezmann y Elustondo obligó a Casto a una gran parada. Luego Griezmann desperdició el primer penalti pitado a favor de la Real justo el día en el que faltaba su especialista, Xabi Prieto.

Un cambio inoportuno

El penalti fallado hizo daño a la Real, pero se rehizo tras el descanso y, antes del gol de Agirretxe, Griezmann tuvo dos ocasiones y el Betis sólo inquietó cuando Montanier decidió sacar a Demidov para acabar con tres centrales y dos pivotes, con lo que sólo consiguió meter más atrás todavía a su equipo.

Además el técnico normando tardó demasiado en sustituir a Zurutuza, que había pedido el cambio minutos antes de encajar el 1-2, y fue sustituido después de que Jonathan Pereira marcara. A pesar de jugar con cinco defensas y dos pivotes, Salva Sevilla estaba a pocos metros del área sin ninguna oposición, que el ex del Villarreal aprovechó para marcar a placer.

Luego Bravo puso demasiados jugadores en la barrera -probablemente por la psicosis que le provoca la cantidad de goles que ha recibido de faltas- en la jugada del empate, lo que motivó que Jonathan Pereira volviera a estar libre para empatar.

Es fácil imaginar qué hubiera pasado si la Real empata ayer en Sevilla. Basta con escuchar las declaraciones que hizo Aperribay tras la victoria para pensar que hubiera sido difícil mantener en su puesto a Montanier por su obcecación por cambiar e insistir con cosas que no funcionan. Este equipo necesita dar continuidad a una forma de jugar y a unos jugadores. No es buen síntoma que, de los once jugadores que empataron con el Espanyol, sólo cinco siguieran en el once, y únicamente Bravo y Carlos Martínez repitieron posición ante el Betis.

Pero, aunque a pocos les gustó el cambio de Demidov, no se puede cambiar a un entrenador tras una victoria. Pero, eso sí, debe reflexionar seriamente sobre lo sucedido. Este equipo necesita menos cambios y más continuidad. Que el golazo de Iñigo, que cambió la suerte y la racha negativa, y premia la valentía de Philippe Montanier para apostar por jugadores jóvenes, sea el punto de inflexión que necesitan el equipo y el técnico para encontrar la brújula y acabar con esta desorientación.