La Escuela de Cine de Cuba cumple 25 inciertos años
La Escuela Internacional de Cine y Televisión de Cuba (EICTV) cumplirá el próximo 15 de diciembre 25 años con la mirada puesta en su futuro y con el objetivo de adaptarse a los cambios económicos emprendidos en la isla. Su objetivo, buscar nuevas fuentes de financiación.
Soledad Álvarez-AFP | LA HABANA
Creada en 1986 por el escritor colombiano Gabriel García Márquez, el poeta y cineasta argentino Fernando Birri, y el realizador y teórico cubano Julio García Espinosa, la EICTV es el proyecto académico más importante de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, que tiene su sede en La Habana y que preside el autor de «Cien años de soledad». Ubicada en San Antonio de los Baños, a unos 30 kilómetros de La Habana, de aquí han salido en los últimos 25 años casi 800 graduados en cine de 50 países, a los que se suman los más de 10.000 alumnos que han pasado por sus talleres internacionales.
Su director, el guatemalteco Rafael Rosal, defiende que el modelo de la EICTV, cuya divisa es «aprender haciendo», es único y no tiene empacho en afirmar que es la mejor escuela del mundo en su género porque se trata de una «escuela de vida» donde se aprende que el cine «es un arte compartido».
Cada año pasan por San Antonio de los Baños unos 400 profesores, ya que una de las características de la escuela es el carácter práctico de su proyecto académico al contar con docentes que son cineastas y profesionales en activo. Tras un cuarto de siglo de apuesta por la integración cultural, la diversidad y el derecho a ver y hacer cine en todo el mundo, la EICTV se replantea su modelo de financiación consciente de los recortes de subsidios y de la ayuda internacional que imponen las reformas económicas del gobierno cubano y la crisis mundial.
Sin fuentes de ingresos
«Los cambios no solo en Cuba sino a nivel global (...) nos obligan a comenzar a buscar urgentemente nuevos fondos, nuevas fuentes de financiación, tanto en la cooperación internacional como la producción propia de recursos económicos», apunta.
Hasta ahora un 30 por ciento del presupuesto de la escuela lo asumía el estado cubano, que se hace cargo de aspectos como la electricidad, combustible o el pago de los empleados de la escuela. Otra fuente de ingresos son las matrículas de sus cursos (hasta los años 90 eran gratuitas) y de sus talleres internacionales, así como las aportaciones de sus patrocinadores internacionales, entre ellos la Unesco según figura en la web de la escuela (www.eictv.org).
Ante la crisis es necesario caminar hacia la «autonomía económica», subraya Rosal, quien accedió este año a la dirección de la EICTV, de la que fue alumno. Hace unos días, la EICTV ya advertía en su página web que «la utopía del ojo y la oreja -como definió el proyecto su director fundador Fernando Birri- necesita ayuda urgente», en una llamada a captar donaciones para frenar el deterioro de su infraestructura que, según la propia escuela, «se encuentra a punto de colapsar».
Para poder sobrevivir en un panorama económico sombrío, quieren crear un Fondo Patrimonial de Amigos de la EICTV donde instituciones públicas, privadas o particulares puedan colocar capital y sus intereses beneficien directamente a la escuela. No descartan además ofertar productos online para sacar rentabilidad económica a sus archivos, documentos y otras fuentes de estudio que pueden interesar a alumnos de cine y especialistas. También proyectan «exportar» sus prestigiosos talleres mediante el Programa EICTV Extramuros, una iniciativa que ya se ha llevado a cabo este año en Brasil con buenos resultados. «Se trata -según Rosal- de llevar talleres con la calidad EICTV a cualquier parte del planeta. Crear un menú a la carta para cubrir necesidades de formación en continentes que lo necesitan» como el caso de África, donde varios cineastas están interesados.
Los 25 años de la EICTV, además de con un concierto, también se conmemorarán con una muestra fílmica en el 33 Festival de Nuevo Cine Latinoamericano que se celebrará en La Habana entre el 1 y el 11 de diciembre. GARA
La escuela es única, porque sus profesores son cineastas en activo que dedican a la enseñanza dos o tres semanas al año. Por aquí han pasado Ford Coppola y Spielberg. Su nuevo director, el guatemalteco Rafael Rosal, sueña con que vuelva a ser gratuita.
Hay cerca de 120 estudiantes que pagan una matrícula anual de 5.000 euros y la demanda es altísima, pese a lo limitado de las plazas. Con problemas económicos, piensan incluso en ser autosuficiente en alimentos con un proyecto agropecuario.