Crónica | Segunda jornada electoral en Egipto
Votos entre la tensión, el entusiasmo y la esperanza
Las largas colas en los colegios electorales a primera hora del lunes reflejaban las ganas que tenían la mayoría de los egipcios de participar por fin en unas elecciones. A causa de los incidentes de los últimos días, en el ambiente flotaba una cierta tensión que se mezclaba con el entusiasmo y la esperanza que se abre con la nueva etapa.
Jordi CARRERAS EL CAIRO
Entre el lunes y el martes ya han podido votar más de 17 millones de egipcios, en nueve de las 27 provincias electorales. Pese al temor que muchos tenían de incidentes, al final solo se registraron algunos problemas menores como retrasos en la apertura de colegios electorales -algunos de más de dos horas--, porque no había las papeletas, o porque los jueces no se presentaron puntuales. Por eso, la Comisión Electoral permitió alargar el cierre de los colegios que no abrieron puntualmente. También hubo irregularidades como no respetar la prohibición de repartir propaganda electoral 48 horas antes.
En un colegio electoral del barrio popular de Helwan se registraron ambos incidentes pero los centenares de hombres que guardaban cola -hombres y mujeres votan en colegios separados-, muchos desde el alba, se lo tomaban con filosofía. En esta zona de El Cairo el año pasado hubo fuertes manifestaciones que fueron duramente reprimidas por el régimen.
Lo explica Tomás Alcoverro, el corresponsal más veterano en Oriente Medio, que trabaja para el periódico catalán «La Vanguardia» en la zona desde hace cuatro décadas. «Por supuesto que la caída de Mubarak se produjo gracias a los centenares de miles de personas que ocuparon la plaza de Tahrir en un desafío inédito al régimen. Sin embargo, a mucha gente le parece que el mérito fue sobre todo de los jóvenes que tan eficazmente supieron utilizar las redes sociales. Yo creo que los jóvenes tuvieron un papel fundamental para que el mundo supiera cómo Egipto decía definitivamente `basta' pero el caldo de cultivo llevaba años cocinándose, con hechos como los de Helwan», explica. En Helwan la mayoría de la población se reparte entre el Partido Libertad y Justicia, de los Hermanos Musulmanes, y los de centro izquierda que llevan tiempo velando por derechos como la sanidad y la educación.
«Los Hermanos Musulmanes son los que están más preparados. Controlan prácticamente todos los colegios de profesionales liberales. Sin embargo pese a que trabajan desde 1934, hasta ahora se sentían cómodos en su papel secundario y nunca habían ambicionado el poder», explica Taha Zaada, un traductor que se expresa perfectamente en castellano.
En Helwan, muchos discrepan de los manifestantes de la plaza de Tahrir, creen que representan a una pequeña minoría que no quiere la democracia.
Tahrir resiste el pulso
Mientras tanto, Tahrir resiste el pulso con la Junta Militar pero la plaza dista mucho de estar llena, los atrincherados son unos pocos miles y entre ellos, no todos están de acuerdo en no participar en las elecciones.
Mohamed Rashad, un químico de 24 años, dice estar de acuerdo y ayer ejerció su derecho a voto pero por encima de todo, quiere que los candidatos que se presentan que habían estado con Mubarak no formen parte del nuevo gobierno: «Ellos son parte del problema y ahora no pueden ser la solución».
A su lado, Adel Zanaty, un politólogo de 33 años que acaba de publicar un libro sobre los partidos políticos egipcios antes y después de la revolución de Tahrir, asiente pero discrepa de las elecciones. «No estoy de acuerdo y por supuesto no votaré. Creo que no hay diferencia entre lo que había antes con Mubarak y lo que hay ahora. Para cambiar de verdad necesitamos que la Junta Militar se vaya inmediatamente y pactar nuevas normas para tener un nuevo escenario. Por eso estoy en contra de las elecciones».
Más allá, Ahmed B., un joven bloguero que lleva colgada en el cuello una especie de credencial con los logos de facebbok y twitter y la inscripción «Revolution rage» (Rabia revolucionaria), comparte que el gobierno actual debe irse inmediatamente pero no se muestra en contra de las elecciones: «Es una oportunidad que tenemos para hacer oír nuestra voz. Ha costado mucho llegar aquí y no podemos darle la espalda».