La canciller alemana, Angela Merkel, se ha convertido en la patrona del barco europeo que trata de no zozobrar bajo la tempestad de la crisis financiera. Por eso todos los gobiernos europeos permanecían ayer atentos a lo que pudiera manifestar en el Bundestag, en un momento en que todo el sistema de la zona euro está en entredicho y son varios los países que no ven otro flotador al que agarrarse que la creación de eurobonos.

Sin embargo, Merkel reiteró su no rotundo a esta fórmula, que supondría una mayor integración europea y, en consecuencia, una implicación más grande de las economías poderosas. Tampoco acepta que el Banco Central Europeo tenga que adoptar nuevas funciones como la de prestamista en última instancia. La dirección que marca la canciller es la fijada en los últimos meses: recortes de déficit, ajustes, sacrificios... Y, en paralelo, modificaciones en los tratados europeos, en la línea de los cambios introducidos ya en constituciones estatales para imponer control del déficit.

Ayer ejemplificó esta hoja de ruta con una metáfora deportiva: «La crisis es una maratón. Los corredores de maratones suelen decir que la carrera se vuelve especialmente dura a partir del kilómetro 35, pero también advierten de que alcanzar la meta es posible si eres consciente del desafío desde el principio de la misma y te enfrentas a él de la manera adecuada», planteó la canciller en el Parlamento.

«Aquellos que empiezan más rápido no son necesariamente los que logran el éxito, sino aquellos que son conscientes de que se trata de una carrera de fondo», añadió.

Integración fiscal

En consecuencia, Angela Merkel planteó al Parlamento germano que la crisis de la deuda soberana de la zona euro «no puede resolverse de golpe», sino que será un proceso que «durará años» y en el que se necesita una visión a largo plazo.

Apostó por encarar este camino a través de una mayor integración fiscal a través de modificaciones en los tratados y respetando la independencia de instituciones como el Banco Central Europeo (BCE).

«La resolución de la crisis de la deuda soberana es parte de un proceso y dicho proceso durará años», afirmó Merkel ante la Cámara Baja alemana, donde reiteró que en estos momentos plantear la cuestión de los eurobonos le parece «un sinsentido». «Los que los reclaman como remedio a la crisis no han comprendido la naturaleza de la misma», respondió ante los emplazamientos de estados como el español, especialmente agobiados por la situación.

De cara a la cumbre de la semana que viene, que estará precedida de una reunión el lunes en París con Nicolas Sarkozy, Merkel anunció que «iremos a Bruselas con el objetivo de impulsar cambios en los tratados, no hay alternativa».

Asimismo, la canciller volvió a defender la independencia del BCE frente a las críticas de países europeos que reclaman que la institución asuma el rol de prestamista de último recurso. En este contexto, la mandataria argumentó que «la misión del BCE es diferente a la de la Fed [estadounidense] o el Banco de Inglaterra».

Merkel no convenció a la oposición alemana con su discurso. El Partido Socialdemócrata (SPD), el principal de la oposición, le acusó de haber agravado la crisis europea por bloquear la búsqueda de algunas soluciones, y dijo que ello ha provocado una «epidemia».

Para el presidente del grupo parlamentario del SPD, Frank Walter Steinmeier, tampoco tiene sentido que Merkel pretenda impartir lecciones de ahorro en Europa mientras en casa planifica rebajas fiscales y aumento en algunos gastos.

Por parte de Los Verdes, el copresidente del grupo parlamentario, Jürgen Trittin, retomó la metáfora de Merkel para usarla en su contra: «En una maratón no sólo se trata de recorrer la distancia, sino también hay que empezar a correr, y usted parece reflexionar todavía si saca o no las zapatillas del armario», afirmó Trittin. En su opinión, ciertamente hay que reformar los tratados, pero también se requieren medidas inmediatas para paliar la crisis.

Sarkozy: «Disciplina»

Los planteamientos de Merkel no son idénticos pero sí paralelos a los del presidente francés. Sarkozy defendió en la noche del jueves que hace falta «refundar» Europa y lograr una mayor convergencia con Alemania. Dentro de esa premisa, adelantó que su visión de la Unión requiere mayor «disciplina» -su palabra clave- y que ésta pasa por la aplicación en las respectivas constituciones de la llamada «regla de oro», que vela por el equilibrio presupuestario.

Las instituciones europeas se ven desgastadas con cada una de estas proclamas. Ayer se supo que el presidente del Consejo Europeo, Herman Van Rompuy, realizaba una ronda con todos los socios europeos para preparar una propuesta «en paralelo» a la que están elaborando Francia y Alemania para «salvar el euro». Todo ello se pondrá a debate en la cumbre del viernes 9, en Bruselas.

Rajoy y Clegg

Por lo que respecta al Estado español, su próximo presidente, Mariano Rajoy, tiene previsto verse las caras esta semana con Merkel y Sarkozy en la cumbre del Partido Popular Europeo que se celebra en Marsella. Pero mientras tanto Rajoy va haciendo contactos, y ayer recibió en Madrid al viceprimer ministro británico, el liberal Nick Clegg.

Clegg animó a Rajoy a tomar las medidas que haga falta, «aunque no sean muy populares». Luego afirmó en una televisión madrileña que coincidía con el dirigente del PP en la necesidad de adoptar reformas para superar la crisis que promuevan el crecimiento y el empleo.

«Todos tenemos que hacer reformas. Francamente, no son muy populares. Hay una obligación de todos los políticos, de todos los gobiernos, de explicar, explicar y explicar que no es fácil hacerlas». Clegg llegaba a Madrid después de la mayor huelga de funcionarios en el Gran Bretaña en muchos años, pero no se mostró preocupado por ello. En su opinión, sin este tipo de medidas «la situación será peor» y habrá «más paro, más pobreza y menos dinero».

El viceprimer ministro británico afirmó tener «mucha confianza» en Rajoy, al igual que antes en Zapatero, y apostó por que el Estado español y su país trabajen juntos en áreas como la liberalización del mercado europeo para que se puedan beneficiar las empresas.