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Raimundo Fitero

Escopetas reales

En ciertos ambientes, queda bien, estar en contra de la caza, los cazadores, y especialmente de los llamados escopeteros que son una inmensa mayoría de los que han llegado a esta actividad como complemento de sus actividades empresariales, de su postura estética ante el enriquecimiento rápido, porque en otros sectores, ir a pegar tiros significa tener un estatus, ya que entre viaje, coto, equipo y demás zarandajas, cada ave colgada al zurrón cuesta lo mismo que diez de esas aves cocinadas en un restaurante de primera y regadas con vino prohibitivo. Que conste, existe una caza regulada, incluso necesaria para el ecosistema. Este negocio y diversión de señoritos es lo lamentable.

Por lo tanto, recordando que al juez encausado por prevaricador y un ministro zapaterista de infausta memoria en sus fotos berlangianas en cacería ejemplar, escuchar, ver, con tratamiento de noticia que al suegro de Iñaki Urdangarin le han diseñado una silla especial para que pueda seguir pegando iros pese a sus averías en las extremidades inferiores, nos solivianta. Noticias de esta índole, con este calado, son las que van creando un imaginario reaccionario, derrotista en la sociedad. Que el Borbón tenga una preocupación de esta categoría, que mientras se desmorona todo su entramado hereditario, su objetivo es seguir pegando tiros a osos borrachos o a ciervos drogados, es la mejor manera de entender para qué sirve una monarquía.

Pero esto de los escopeteros, tiene un correlato televisivo, con ese programa tan renombrado e histórico, «Jara y Sedal», pero que ahora mismo, en una de esas cadenas de la TDT tan vinculadas a la jerarquía católica, ofrecen cada tarde programas de caza, y el último que he tenido la desgracia de visionar salía, nada más ni nada menos que «El Fary» con su hijo, pegando tiros y «bajando» palomas de una manera muy espectacular, por el número de plumas que colgaban de sus cinturas. Como se ve, la ideología de estas cadenas se corresponde de manera muy coherente con la antigüedad de su programación. Aunque estas redifusiones son más novedosas, en muchas ocasiones, que las tertulias, que huelen a concilio de Trento.

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