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Floren Aoiz www.elomendia.com

¿De quién debemos independizarnos ahora?

Necesitan colocar lo policial en el centro de la agenda, porque en eso ha quedado su flamente estado, al borde de la ruina en todos los demás aspectos. Nada hay más allá de la porra.

En estos momentos en los que gana terreno la opción de la creación de un estado propio para Euskal Herria, uno no sabe muy bien a quién debe reclamarse que nos deje ir en paz. Formalmente, dependemos de los estados español y francés, pero, visto lo visto, puede que sea necesario comenzar a pensar en negociar directamente con los que mandan en Europa, entre los que posiblemente esté Sarkozy, pero seguramente no Rajoy.

Cuando los mercados y los estados hegemónicos se imponen, ¿qué margen de decisión tienen otros entes como el Estado español? ¿Dónde termina la soberanía de un estado monitorizado que cambia su constitución en horas tras una orden de la mano que mece la cuna? ¿Qué poder va a tener un presidente de gobierno, Rajoy, que se sentó sumiso y apocado a esperar las instrucciones de Merkel tras ganar las elecciones por mayoría absoluta?

¿Hasta qué punto podemos tomarnos en serio a unos dirigentes que se consideran a sí mismos meros servidores de los que realmente toman las decisiones importantes? ¿Sirve para algo llegar a acuerdos con ellos sin el visto bueno de sus superiores? ¿Cómo olvidar a Rodríguez Zapatero, la marioneta que han manejado hasta convertir en un espantapájaros? Un tipo que se despide de la poltrona indultando a un banquero condenado por una más de las sucias artimañas que están en el origen de este desaguisado que llaman crisis. ¿Qué puede esperarse de la palabra de personajes de esa catadura? ¿Y si mañana se declaran en quiebra? ¿Y si la próxima semana el Estado español está en una situación similar a la de Grecia? ¿Están ellos realmente en condiciones de decidir algo?

Contrariamente a lo que nos prometían, la unidad europea no ha hecho desaparecer a los estados. De hecho, ha fortalecido algunos de ellos, como Alemania, colocando a otros, como España, en una situación de subordinación más marcada incluso que en etapas anteriores. Esto no significa que el Estado español sea una cáscara hueca, desde luego, pero sí que los límites de su soberanía real están cada día más a la vista. Podrá argumentarse -y es razonable hacerlo- que esto no pone en cuestión la relación de subordinación que imponen al pueblo vasco. El estado pierde soberanía hacia arriba pero hace cuanto está en su mano para retenerla en sus fronteras internas. Es más, para contrarrestar la evidencia de falta de autonomía hacia Europa y el mundo, puede dejarse llevar por la tentación de simular poder mediante el uso de la fuerza. Un oportuno enemigo al que pasar la factura de la frustración puede ser la esperanza del PP en estos momentos.

No es casualidad que en medio de los recortes, Yolanda Barcina condecore a las fuerzas policiales españolas y busque la polémica con Bildu en torno a este tema. Necesitan colocar lo policial en el centro de la agenda, porque en eso ha quedado su flamante estado, al borde de la ruina en todos los demás aspectos. Nada hay más allá de la porra, así que, ¿por qué no reivindicarla como la esencia patria? Entre tanto, yo sigo preguntándome ante quién tendremos que reivindicar nuestra independencia.

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