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Egipto se escuda en la participación para no difundir los datos electorales

EL régimen egipcio se escudó ayer en la «histórica» participación del 62% para no difundir los resultados por partido de las primeras elecciones parlamentarias tras la caída de Hosni Mubarak, que los islamistas afirman haber ganado de calle. A la espera de los datos, los Hermanos Musulmanes y Al-Nur trataron de tranquilizar a quienes temen su acceso al poder y las calles volvieron a ser escenario de movilizaciones.

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GARA | EL CAIRO

La participación en las dos primeras jornadas de las elecciones legislativas egipcias, celebradas el lunes y el martes, alcanzó el 62%, según uno de los pocos datos difundidos ayer por el presidente de la Comisión Electoral, Abdelmoaiz Ibrahim, quien se declaró incapaz de dar el reparto de votos por partidos de esta primera fase debido a esa alta tasa de participación. Los partidos islamistas insisten en su victoria con casi el 70% de los votos, arrollando a las formaciones liberales y laicas y siguiendo la estela marcada por las elecciones de Túnez y Marruecos.

Ibrahim aseguró que la participación fue «la más alta en unas elecciones parlamentarias en la historia de Egipto, desde el tiempo de los Faraones hasta ahora».

Y se escudó en ella para declarar que «este expediente es demasiado voluminoso, y yo no tengo más energía», cuando fue preguntado sobre los resultados de los partidos políticos en liza, cuyo anuncio ya ha sido aplazado varias veces. Afirmó que los resultados brutos de los votos distrito por distrito serán colgados «pronto» en la página web de la Comisión Electoral.

Sólo fue capaz de anunciar los nombres de los cuatro candidatos que han sido elegidos en la primera vuelta al obtener más del 50% de los votos y del cerca de centenar que se disputará los escaños en la segunda ronda, los próximos días 5 y 6.

En esta fase, en la que han participado nueve zonas del país, incluidas El Cairo y Alejandría, se elegirán 168 de los 498 parlamentarios. Al margen de este tercio de la Cámara que se elige de forma uninominal a dos vueltas a través de listas abiertas, los otros dos tercios se elegirán de forma proporcional entre las listas cerradas de los partidos, en un proceso que concluirá el 11 de enero. Después serán las elecciones a la Shura (Senado), que se llevarán a cabo también en varias fases y finalizarán dos meses después.

El futuro Parlamento designará a un comité encargado de redactar la nueva Constitución, clave para definir el equilibrio de poder de la era post-Mubarak.

Preocupación

Los medios de comunicación y algunas formaciones políticas han difundido ya algunos datos que, a falta de confirmación oficial, otorgan el 40% de los votos al Partido Libertad y Justicia (PLJ) de los Hermanos Musulmanes y a sus aliados y entre un 20% y un 30% de los apoyos al partido salafista Al-Nur y otras formaciones fundamentalistas.

La perspectiva de un Parlamento dominado por los islamistas, muchos de los cuales provienen de grupos ultraconservadores, ha suscitado preocupación entre los políticos laicos, la clase media de costumbres liberales y la comunidad cristiana copta (entre el 6% y el 10% de la población). Pero los partidos islamistas se están esforzando por disipar esas inquietudes, al tiempo que lanzaban mensajes de reconciliación dirigidos a los coptos, sin ocultar que esas estimaciones les colocan en situación de poder imponer sus ideas.

No se descarta, de hecho, una coalición parlamentaria islamista, pero «dentro de una alianza más amplia que represente los intereses nacionales», se apresuran a matizar portavoces de los Hermanos Musulmanes.

Mientras se esperaba la publicación de los resultados, que finalmente no se produjo, las calles de El Cairo fueron tomadas nuevamente, tras el paréntesis de la doble jornada electoral, por miles de manifestantes que, con la plaza Tahrir como epicentro, exigen la renuncia de la Junta Militar que gobierna el país desde el derrocamiento de Mubarak y el traspaso del poder a una autoridad civil y también por otros miles más que quisieron expresar su apoyo a los militares.

El salafismo, una corriente fundamentalista del Islam sunita

El salafismo, corriente a la que dice pertenecer el partido egipcio Al-Nur, que registró un avance importante en su primera participación en las elecciones, es una escuela fundamentalista del Islam sunita basada en una interpretación estricta y literal del Corán, que se dedica principalmente a copiar la forma de vida de los salaf, los «ancestros piadosos» (Mahoma y sus compañeros) en lengua árabe.

Los salafistas imitan la forma de vestirse de los salaf y llevan, al igual que ellos, una larga barba, con el bigote afeitado. Las mujeres visten el niqab, que cubre integralmente su cuerpo y su rostro, dejando a la vista sólo los ojos.

Preconizan la aplicación integral de la sharia (ley islámica) con la separación estricta de sexos, y como se consideran los representantes del «verdadero» Islam, llaman a purificar esta religión de toda influencia extranjera.

Rechazan las cuatro escuelas tradicionales del derecho musulmán y se inspiran únicamente en el Corán y la Suna, la tradición profética.

Son conservadores en su comportamiento, en cuestiones sociales y costumbres, pero relativamente liberales a nivel económico.

El principal teórico de este movimiento es Mohamed Ibn Abdel Wahab. Su doctrina, el wahabismo, fundada en el siglo XVIII, está vigente en el reino ultraconservador saudita, donde surgió.

Tradicionalmente, los salfistas se mantienen apartados de la política, pues consideran que la democracia y las elecciones son invenciones humanas no conformes con la ley divina. Los salafistas egipcios se apartaron de esta interpretación para presentarse a las legislativas. GARA

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El recién nombrado primer ministro de Egipto, Kamal el-Ganzuri, ha decidido mantener a una decena de ministros del anterior Gabinete dimisionario en su nuevo Gobierno.

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