A pesar del ímprobo esfuerzo que casi todos los medios hacen por defender el papel de la monarquía española y lavarle la cara, algunos están preocupados porque asuntos como el protagonizado por el yerno del rey hagan baldío ese esfuerzo y muchos empiecen a plantearse por aquellos lares la utilidad de una institución que solo sirve para vaciar las arcas públicas. Y es en este tipo de situaciones en los que personas como Carlos Herrera salen prestos a defender a la Corona. Ayer, en «ABC», el periodista almeriense echaba un capote al presunto, afirmando que «en principio, Iñaki Urdangarín no está acusado de delito definido, aunque media España piense que se ha aprovechado de su situación estratégica para acumular una serie de beneficios que no corresponderían a las contraprestaciones prestadas en caso de ser simples mortales». Servidora se pregunta cómo se le llama a eso. Aunque Herrera lo tiene claro: «hasta lo visto, y mientras las autoridades fiscales no demuestren lo contrario, estaríamos ante un caso de `aprovechategui' (sic) y no ante un delito de apropiación de fondos públicos que, normalmente, comprometen más a quien los da que a quien los recibe».

Pero para el periodista, lo que pueda pasarle al de Zumarraga es algo colateral. Lo que a él le preocupa es la monarquía, y por eso suelta que «la Corona, en pocas palabras, ha sido un negocio extraordinario para España». Pues una diría que eso que llaman España ha sido un buen negocio para los de esa corona... Pero Herrera insiste: «La familia Real, en modo troncal o en modo exponencial, ha servido a los intereses de España de tal manera que no puede ser expuesta al apedreamiento público por el comportamiento irregular de uno de sus apósitos». Lo del apedreamiento público suena a sarcasmo viniendo de quien ha hecho de la presunción de inocencia un imposible para los vascos irredentos. Urdangarin no es uno de ellos, pero aun así Herrera deja claro que «si se contempla como punitivo el proceder de Iñaki Urdangarín, deberá quedar claro que ha sido Iñaki Urdangarín quien ha procedido de forma irregular, no la Monarquía como institución y, ni mucho menos, la Jefatura del Estado». Ante todo, mantener el chiringuito.