Vicenç Fisas | Director de la Escuela de Cultura de Paz, UAB
La experiencia vasca como oportunidad internacional
En el futuro se hablará también de la aportación de la izquierda abertzale a la normalización de un pequeño país en el que el ejercicio de la política se convirtió en el eje de un proceso de paz singular
La experiencia de paz que está viviendo actualmente el País Vasco, ¿puede ser una lección para otros con- textos? Es una pregunta que me hacen personas de otros países, la mayoría en conflicto, y que me obliga a pensar en lo singular de cuanto ocurre aquí y de la aportación que ello puede suponer.
Lo primero que hay que advertir es que estamos ante un proceso sin negociación. ETA ha dejado la lucha armada por decisión propia, influida por varios factores que comentaré, pero de forma autónoma, no en virtud de una negociación con el Gobierno, que es el procedimiento habitual en cualquier proceso de paz. Esto nos lleva a calibrar el peso y la influencia, que yo creo que decisiva, de la maduración de la izquierda abertzale en su proyecto político, con su apuesta decidida por los medios pacíficos, no violentos y democráticos, que exigían un entorno de ausencia de la lucha armada. En otras palabras, el proyecto político de la izquierda abertzale, en sintonía con un clamor popular unánime, era incompatible con la persistencia de la lucha armada. La idea clave que ha prevalecido es la de «paz por política».
En otros contextos del mundo en los que todavía existe un conflicto armado, creo que la experiencia vasca hará pensar en la idoneidad o la inconveniencia de la lucha armada. El primer contexto que me viene a la mente es el kurdo. La guerrilla kurda del PKK lleva varios años ofreciendo altos al fuego al Gobierno turco, sin que ello haya sido suficiente para iniciar un proceso de paz formal. Se han mantenido contactos directos con el máximo líder de este grupo, Ócalan, condenado a cadena perpetua, pero esos diálogos no se han traducido nunca en una negociación oficial, alrededor de una mesa. Mientras, la sociedad política kurda ha profundizado en un programa de reivindicaciones y aspiraciones, que incluso ha podido trasladar al parlamento turco a través de un partido. Y la pregunta que muchos se hacen, y que quiero plantear aquí, es si no se avanzaría más en la lucha política si el PKK dejara de existir como grupo armado.
En otras palabras, si se trasladara la experiencia vivida en el País Vasco de «paz por política», ¿no tendrían los kurdos más posibilidades de conseguir sus objetivos que en la actualidad, donde la existencia de un grupo armado sirve de justificación para la represión y el recorte de libertades? ¿No sería interesante que el PKK se planteara autodisolverse, como ha hecho ETA, para dar más espacio a la lucha política de la población kurda? En este sentido, creo que sería muy útil que la izquierda abertzale explicara en el Kurdistán turco su experiencia de estos dos últimos años. Hay mucho que enseñar.
Atendiendo a otras negociaciones existentes, pienso en cómo el fin de la lucha armada de ETA podrá influir, por ejemplo, en la guerrilla colombiana (FARC y ELN), que no tiene abiertas negociaciones en estos momentos, pero que predican una salida política negociada. Las FARC, por ejemplo, ya intentaron la fórmula de «paz por política» en los años ochenta, creando un partido político, la Unión Patriótica (UP), aunque en aquel momento fue combinando todas las formas de lucha, es decir, no desmovilizándose. El resultado fue trágico, porque la UP fue exterminada por el paramilitarismo y las cloacas del Estado, lo que ha dejado un sentimiento de desconfianza y recelo por parte de las FARC hacia cualquier propuesta de dejar las armas. Sin embargo, no hay más futuro que el que marca el inevitable escenario de la vuelta a la lucha política por medios democráticos. El tema es cómo crear un escenario de diálogo y negociación que concluya con esta apuesta por la política, y en cómo convencer a la guerrilla que dentro de sus planteamientos estratégicos debe haber un espacio para pensar en el día que tendrán que abandonar las armas porque habrá tenido buen resultado un proceso de paz. En otros contextos internacionales en donde hay negociación, como la guerrilla filipina del NPA, la reflexión colombiana sirve igualmente de referencia. En este caso se están tratando las reformas socioeconómicas que han de transformar la realidad filipina, y a nadie se le escapa que no será únicamente a través de un diálogo con la guerrilla que se transformará el país; será por canales políticos, y de nuevo ahí la guerrilla tendrá que ver cuándo deja las armas para hacer política desde las instituciones. El espejo vasco, por tanto, puede llegar a tierras asiáticas, poniendo de relieve el valor de una estrategia de apuesta por la política que ha hecho enmudecer los fusiles.
En el proceso vasco quedan por resolver todavía algunas cuestiones, como los presos y el desarme, pero lo conseguido hasta ahora ya es un patrimonio que hay que poner a disposición de otros contextos internacionales en los que se busca la paz.
Durante años hemos hablado de la aportación sudafricana e irlandesa a los procesos de paz. En el futuro se hablará también de la aportación de la izquierda abertzale a la normalización de un pequeño país en el que el ejercicio de la política se convirtió en el eje de un proceso de paz singular.