Si las declaraciones que ayer hizo Patxi López sobre el conflicto y la anunciada huelga de Metro Bilbao las hubiera hecho un portavoz de la patronal, habrían sido intolerables, pero viniendo del responsable de un gobierno cuyo primer deber es garantizar los derechos de los ciudadanos y, por tanto, de los trabajadores, resultan incalificables, más aún procediendo de quien pertenece a un partido que se dice socialista. Atribuirse la facultad de decidir si sus condiciones laborales son buenas o malas o anunciar medidas que él denomina «servicios mínimos» encaminadas a restar efectividad a la huelga es fruto de una actitud irresponsable que no puede inducir sino a la indignación de cualquier trabajador. Patxi López debería concentrar sus esfuerzos en la búsqueda de soluciones a ese conflicto en vez de amenazar a quienes van a hacer uso de un derecho, como es el de huelga, para defender su empleo y unas condiciones de trabajo dignas. En cuanto a la afirmación de que «es difícil encontrar un día en el que tan pocas personas puedan hacer daño a tanta gente», bien podría aplicarla el lehendakari a su gestión de la crisis económica, puesto que las medidas aplicadas por muchas menos personas han dañado a la mayoría de los ciudadanos, especialmente a los más necesitados y a los trabajadores, a quienes López pretende quitar también su derecho a luchar por sus derechos.