Cien años del noruego que conquistó el Polo Sur y murió en el Norte
El noruego Roald Amundsen fue el primero en alcanzar el Polo Sur el 14 de diciembre de 1911. Noruega, Antártida y Bilbo celebraron ayer el primer centenario de esta hazaña. Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza, quienes llevan ya un mes en la Antártida, también participaron desde allí en los actos de homenaje de su antecesor. Para conocer mejor a Amundsen, el Museo Marítimo de Bilbo expone hasta el 11 de marzo la muestra «Memoria helada».
Ane ARRUTI | BILBO
«Admirábamos a Amundsen desde casa y, cada día que pasamos aquí, esa admiración va a más», confesaron Alberto Iñurrategi, Juan Vallejo y Mikel Zabalza mediante un breve vídeo enviado desde la Antártida, con un viento ensordecedor de fondo. Los expedicionarios de la Naturgas/BBK Transantartika 2011 reconocieron la labor que Roald Amundsen (1872-1928) realizó hace ayer cien años: Alcanzar por primera vez el Polo Sur en plena competición con la expedición británica de Robert Scott.
Los noruegos conmemoraron ayer la gesta de Amundsen, a quien consideran «uno de los padres de nuestra nación», señaló Anders Eide, encargado de negocios de la Embajada de Noruega en Madrid, quien participó en el homenaje que el Museo Marítimo de Bilbo ofreció al explorador noruego. «No solo se trata de ser el primero en llegar. Pasó años investigando y mejorando las técnicas de esquí, analizando cómo evitar el escorbuto o diseñando naves que soportaran la presión del hielo», añadió Eide. La pinacoteca bilbaina aprovechó, con la colaboración de la Embajada, para inaugurar la exposición «Amundsen: Memoria helada», que se podrá visitar hasta el 11 de marzo y que viaja por primera vez fuera de Noruega.
La muestra reúne fotos y diarios escritos por el explorador, además de fotografías y relatos de expediciones al Polo Norte -fue el primero en cruzar el Paso del Noroeste- que realizó junto a Fridtjof Nansen, el otro «padre de la nación de Noruega», que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1922 por su trabajo como Alto Comisionado de la Sociedad de Naciones.
La colección de transparencias impresas en los murales de la exposición fueron usadas por Amundsen en sus charlas y provienen de los mismos negativos que utilizó para ilustrar sus libros. Una colección que se dio por desaparecida antes de ser encontrada en el ático de un miembro de la familia en 1986. En 2006 estas placas fueron subastadas en Londres y un coleccionista privado noruego las adquirió, el cual, en cooperación con el Museo Fram y la Biblioteca Nacional Noruega, han mantenido este legado.
Perros frente a caballos
Amundsen y Scott optaron por vías diferentes pero fue mucho más determinante la elección del noruego con el transporte. Optó por trineos tirados por perros groenlandeses frente a los caballos mongoles de Scott. El noruego tuvo que sacrificar a varios canes antes de llegar al Polo y almacenó la carne para el regreso, lo que le aligeró el peso de los trineos y aseguró la alimentación de los animales. Sin embargo, los caballos del británico no soportaron las bajas temperaturas, además de que tuvieron que cargar con grandes sacos de avena para alimentarse.
El 14 de diciembre de 1911 Amundsen llegó al Polo Sur y en una tienda de campaña dejó una carta para los británicos: «Les deseo un feliz regreso». Pero la expedición de Scott murió de hambre y frío a tan solo veinte kilómetros de una estación de abastecimiento.
Tampoco Amundsen tuvo un final feliz. Años más tarde, tras sobrevolar el Polo Norte junto al ingeniero italiano Umberto Nobile, tuvieron un enfrentamiento personal. Nobile continuó con sus vuelos y en 1928 se estrelló en el Ártico. A pesar de sus diferencias, Amundsen acudió a rescatarle pero nunca se supo nada más de él ni de sus cinco acompañantes.
En el homenaje de ayer en Bilbo participó Ramón Portilla, quien ha viajado tres veces a la Antártida, y trasladó su experiencia a los asistentes. «El mayor problema de estas expediciones no es el frío, es la monotonía», dijo Portilla. «Cuando llegas al plató, que está a 3.000 metros de altura, todos los días son lo mismo, son 24 horas de luz», añadió. «La temperatura más fría que sufrí yo fueron 35 grados bajo cero. En movimiento se llevan bien. El problema es cuando paras y se te congela el sudor».
Portillo realizó una comparación de las primeras expediciones con las de ahora. Apuntó la ventaja de aprovechar la fuerza del viento mediante cometas. Además, subrayó que, por encima de los avances en ropa o alimentos, lo que más ha cambiado las expediciones es el acceso a la comunicación. «Pueden conectarse todos los días y se les puede mandar información. Pueden acceder a la información meteorológica», señaló.
Como ejemplo de esa comunicación, ayer mismo Iñurrategi, Zabalza y Vallejo enviaban una carta desde la Antártida titulada «Impacientes a la espera de vientos, a ver si son de verdad». Con apenas 40 kilómetros ganados en la última jornada, señalaban que las irregularidades del terreno «nos están trayendo por la calle de la amargura», porque «no éramos capaces de superarlos cuando teníamos que tirar nosotros mismos de los pesadísimos trineos (170 Kg. al salir de Ciudad del Cabo), y posteriormente porque nos impedían el uso de las cometas por miedo a romper bien un trineo o alguna de nuestras queridas piernas».
«La expedición polar de Roald Amundsen contribuyó a formar la nueva identidad nacional de Noruega», resaltó Jens Stolenberg, el primer ministro noruego desplazado a la Antártida.
Amundsen empezó a forjar su leyenda en 1911, pero fue también el primero en cruzar el Paso del Noroeste. Murió en 1928, cuando fue al Ártico a rescatar a Umberto Nobile, con quien mantenía un enfrentamiento personal.