CRÓNICA | HOMENAJE EN GIPUZKOA A VÍCTIMAS DEL FRANQUISMO
Un nuevo futuro regado por las lágrimas de la represión franquista
Homenajes institucionales a víctimas del franquismo han sido habi- tuales en estos años, pero el celebrado ayer en la Diputación de Gipuzkoa tuvo un alcance mayor. No se limitó a los fallecidos en la guerra, sino que se hizo extensivo a los cuarenta años de régimen; y no se restringió a las consecuencias bélicas, sino que abordó también la violencia policial.
Oihane LARRETXEA
El sufrimiento de familiares como los de Jon Paredes Manot, Txiki, y Ángel Otaegi, los últimos fusilados del franquismo, fue reconocido ayer institucionalmente por vez primera. Ocurrió en la Diputación de Gipuzkoa, gobernada por Bildu, en un homenaje inédito por la dimensión temporal -y también política- dada a la represión franquista, que esta vez no se limitó a lo ocurrido entre 1936 y 1939.
Al acto acudieron víctimas o familiares de éstas, en total alrededor de setenta. Entre ellos Jon Etxabe, juzgado en el proceso de Burgos; Arantxa Bereziartua, compañera de Joxe Mari Quesada, fallecido en 1968 a consecuencia de las torturas que sufrió a manos de la Policía; Ildefonso Pontxo Iriarte, detenido y torturado varias veces por la policía; o Marcelo Usabiaga, que luchó en el maquis y pasó 21 años en la cárcel. Su hermano Bernardo fue fusilado por los franquistas. También acudieron Antonia Manot, y Kepa y Mikel Paredes, madre y hermanos de Txiki, y Mercedes Otaegi, tía de Angel Otaegi, quienes, al igual que el resto de los homenajeados, sostuvieron en sus manos un clavel rojo.
Además de agentes sociales y sindicales, así como de asociaciones por la recuperación de la memoria histórica, la presencia de representantes políticos fue notoria, a excepción del PP, que declinó la invitación. Desde el PSE asistieron la juntera Lore Suárez y la consejera de Empleo y Asuntos Sociales Gema Zabaleta, cuya presencia acaparó buena parte de los flashes. El jeltzale Joseba Egibar, Antton Karrera (Ezker Anitza), Joseba Álvarez y Miren Legorburu (izquier- da abertzale) y el alcalde de Donostia, Juan Karlos Izagirre, también acudieron, así como el escultor Nestor Basterretxea, Joxean Agirre, del movimiento Eleak, o Mikel Martín, miembro de EHGAM en representación de un colectivo que sufrió duras persecuciones.
El caso de la familia de Txiki es bien significativo de la falta de reparación, e incluso de reconocimiento, a estas víctimas. Muy recientemente, tanto el 27 de setiembre de 2009 y el mismo día de 2010, el intento de colocar unas flores ante su tumba en el cementerio de Zarautz se topó con la Ertzaintza, que no dudó en entrar al camposanto con escudos, cascos, porras y peloteros. Así, en el acto de 2009 obligaron a retirar una ikurriña y la bandera republicana colocadas sobre la tumba, junto a cinco claveles rojos que simbolizaban a los fusilados aquella ma- ñana de 1975, apenas dos meses antes de la muerte del dictador. Y en 2010 la Ertzaintza volvió a irrumpir en el cementerio, alegando que tenía órdenes de la Audiencia Nacional española de vigilar el acto para que no hubiera ningún delito.
«Respetar mi memoria»
Precediendo la sala en la que se celebró el acto, las arañas de luces lucían espléndidas en el hall. Paseando por los arcos del palacio foral resultaba imposible no detenerse en las lámparas, la entrada, donde las personas de edad avanzada que allí aguardaban contenían la emoción de la cantidad de recuerdos que estaban a punto de emerger.
Y los sentimientos, las heridas, las cicatrices que siguen sin cerrarse décadas después salieron a la superficie. Pero lo hicieron ara evitar el mayor de los males: que aquellas muertes caigan en el olvido. Como dijo la directora del Departamento de Derechos Humanos y Memoria Histórica de la Diputación, «no podemos ser un pueblo sin memoria. Gracias a aquellas lágrimas ahora somos mar», indicó aludiendo al lema del acto.
El discurso del forense miembro de Aranzadi, Paco Etxeberria, apuntó en el mismo sentido. Emplazó a técnicos, profeso- res y demás a hablar de todo ello y hacerlo de una manera objetiva e imparcial, pero nunca neutral. Subrayó que la memoria y la dignidad son dos pilares fundamentales. Su importancia la plasmó en un hecho verídico. Secundino Antón fue fusilado en la cárcel de Ondarreta, y la víspera de que lo asesinaran envió una carta a su esposa, Juanita: «Enséñales (a nuestras hijas) a respetar mi memoria». Y en esa dirección trabajan cientos de voluntarios que poco a poco rescatan lo que fueron las generaciones precedentes.
El diputado general por Bildu, Martin Garitano, cerró la celebración. Habló en tercera persona y lo hizo también en primera, dirigiéndose a los familiares de Jesús Larrañaga, Kandido Saseta o Txiki y Otaegi porque, según confesó, «buena parte del compromiso político que he mantenido con mi pueblo se encendió en aquellos días terribles de 1975, cuando un pueblo que no había olvidado la derrota, la humillación, la persecución, se levantó frente a la dictadura. No fue posible, pero tengo la convicción de que aquel viento de libertad nos ha traído hasta donde hoy estamos».
Cuando apenas era un niño, Amadeo García perdió una pierna en la guerra. Tras escuchar las declaraciones de un político en las que decía que era mejor olvidar la guerra y el franquismo, decidió contar por primera vez lo que le ocurrió.
El forense miembro de Aranzadi Paco Etxeberria recordó los tres derechos principales de las víctimas: verdad, justicia y reparación. Alertó de que ninguna de las tres se cumple hoy en día por completo, aunque poco a poco se van dando pasos.
A partir de 1939 se registraron más de 50.000 fusilamientos en conjunto del Estado. Aún hoy, después de 75 años, miles de familiares siguen sin saber dónde están los restos de sus seres queridos y el «mapa» de las fosas sigue siendo incompleto.