Osasuna recupera con Mendilibar su estilo más clásico, y con resultados
El cambio de año le llega a Osasuna en un quinto puesto liguero inesperado y feliz. Pero sobre todo este 2011 ha supuesto el reencuentro paulatino del equipo con las características que acuñó durante las ocho temporadas y 277 partidos de Pedro Mari Zabalza y que habían sido sólo un tópico vacío después.
Ramón SOLA
En esta última década Osasuna ha seguido siendo presentado como un equipo directo en el juego, luchador en el campo y eficaz en el marcador. Pero era sólo un tópico fácil y caricaturesco. En realidad, desde la llegada al banquillo de Miguel Ángel Lotina en 1999 -tras cinco años de travesía del desierto en Segunda marcada por virajes bruscos e indecisiones-, había apostado por otro estilo diferente, sin duda más moderno y también más arriesgado.
El trato del balón y la posesión han sido la hoja de ruta principal del equipo desde aquel año, que concluyó con el retorno a Primera. Un estilo que deparó más buen juego que resultados durante las dos temporadas siguientes del de Meñika, que salvó al equipo con muchos apuros. La apuesta la mantuvo después Javier Aguirre, que se apoyó en el salto de calidad de la plantilla para llegar a la final de Copa en 2005 y clasificar al equipo para la Champions en 2006, así como por José Ángel Ziganda, que lo coló en semifinales de la UEFA en 2007. Todos estos equipos basaron sus éxitos -y sus fracasos- en el estilo introducido por Lotina y que en su momento supuso una auténtica revolución para la afición, que pasó del patadón de los Mina y Lekunberri a la salida con balón jugado de Contreras o Pablo García, del frenesí de Bustingorri o Pizo Gómez a la pausa de Juanfran o Nekounam, de la fiable contundencia de Robinson y Ziganda a la imprevisibilidad absoluta del Chengue Morales o Dady, del tackle de Rípodas a la cola de vaca de Masoud...
El modelo Lotina ha terminado generando más vicios que virtudes, a medida que los jugadores de más calidad y más capaces de desarrollar ese estilo han ido abandonando Iruñea. El equipo se había tornado amanerado, previsible y blando tras la desbandada provocada por los éxitos del periodo 2005-2007, lo que desembocó en la caída en desgracia de Ziganda. Después de la fase intrascedente de Camacho -que al menos logró evitar el descenso en su primer año volviendo a recuperar algunas de las claves históricas-, es ahora cuando Osasuna vuelve con fuerza a su estilo más clásico, con el que un entrenador como Zabalza marcó un récord de ocho temporadas consecutivas en el banquillo. De momento, Mendilibar lo hace también con éxito de resultados e introduciendo una renovación generacional que resultaba ya imprescindible.
Tras lo visto en estos tres primeros meses de campaña, los medios estatales pueden al final volver a hablar con razón de que Osasuna es el de siempre. Está de vuelta.