Arturo, F. Rodríguez | Artista
Veintiocho
Una avalancha de noticias relativas al mundo del arte y de la cultura inundó la prensa los últimos días del año. Entre el aluvión de titulares destacaba el acuerdo para la construcción del Guggenheim III en Kuartango; el tremendo desliz de las autoridades en la inauguración del museo de la cultura del deslizamiento, en Zarautz, al prescindir del mundo de las goitiberas; la implantación definitiva del código de buenas prácticas en la elección de los director@s de centros culturales, así como la decisión del Parlamento europeo de que todas las bienales de artes plásticas se realizasen al menos una vez al año. Se añadía a este revuelo el escándalo provocado por el hecho de que Nafarroa acudiera a la próxima Bienal de Venecia con pabellón propio y de que su comisario fuese una mujer saharaui.
El rumor de que todo este cúmulo de insólitos titulares podría ser un proyecto artístico de intervención mediática siguió a la perplejidad inicial. La duda sobre lo que parecía una tremenda sarta de embustes sobrevoló comentarios y mentideros. Pero entre la duda, la incredulidad y el hartazgo se abrió un hueco para la reflexión: admitimos y soportamos una tremenda holgura en las decisiones que atañen al arte y a la cultura que quizá no se admitiría en otros ámbitos de producción ni en otras políticas públicas. Las coordenadas de la ficción y de la realidad de este territorio nuestro están sometidas a magnetismos tan insospechados y caprichosos que la brújula se ha vuelto loca al pasar de un lado al otro del espejo...
Al comprobar la fecha de todas estas noticias en prensa advertimos que el mundo del arte es, en realidad, muy inocente. Veintiocho de diciembre.